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Nacimiento en Belén.(Lc 2,1-7) |
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[Corre
el año 748 de Roma (6 a.C.) y nosotros, en nuestro desandar los años, hemos
llegado a la Plenitud de los tiempos. Desde ahora la historia universal del
hombre quedará dividida en dos partes: la que se consumó antes del nacimiento
de Cristo y la que consumamos hasta la parusía final, después de este
Nacimiento, que ahora vamos a relatar. Leemos]:
SOLO
TEXTO CONCORDADO Y AUTOBIOGRÁFICO
Aconteció que por aquellos días salió un
edicto de César Augusto para que se hiciese el censo de todo el Imperio. Este
empadronamiento, el primero, se efectuó siendo Quirino gobernador de la Siria.
Y se pusieron todos en viaje para inscribirse cada cual en su ciudad. Subió
también mi padre José desde Galilea, de la ciudad de Nazaret, a la Judea, a la
ciudad de David que se llama Belén, por ser él del linaje y familia de David,
para inscribirse en el censo juntamente con María, su esposa y Madre mía, que
estaba encinta. Y sucedió que estando ellos allí, se le cumplieron a mi Madre los
días del parto y me dio a luz y envolviéndome en pañales, me recostó en un
pesebre, pues no había para nosotros lugar en el mesón.
COMENTARIO
DEL INGENIERO
¿Cómo se puede entender que
este joven matrimonio decidiera empadronarse y realizar un largo viaje, justo
en el casi cumplido noveno mes de gestación? Si el edicto no fue de fulminante
cumplimiento, ¿por qué no empadronarse unos meses antes o unos meses después
del inminente parto? Ahora, me atrevo a razonar sobre la base de una lógica que
expongo, con toda sencillez y respeto, a la consideración del que quiera seguir
leyendo, la siguiente reflexión:
+EL PARTO
SINGULAR DE UNA MUJER SINGULAR+
Un edicto del César, que obliga a
empadronarse en la ciudad donde se ha nacido, parece ser la causa de un viaje
de María y José hacia Belén, un pueblo de la Judea distante a unos 120 Km. de
Nazaret, sin embargo, yo creo, que la razón de este viaje es contribuir, con
conciencia de lo que se hace, al cumplimiento de una profecía: que el Mesías nacería de la ciudad de David
que se llama Belén.
María conoce esta afirmación de la Escritura,
sabe muy bien que lleva en sus entrañas al Mesías, al Hijo de Dios, esperado y
soñado por el pueblo judío. También sabe que ha de nacer en Belén de Judá y sin
duda, toma la iniciativa, compartida con su marido, del viaje y de su oportuno
comienzo, justo cuando interpreta que, aproximadamente, al terminarlo, se le
cumplirían los días del parto en la ciudad de Belén.
Para este viaje, María, analiza su situación,
en función de su estado de gestación y su modesta economía, para estar en esta
ciudad hospedada el menor tiempo posible y de paso dar cumplimiento al edicto
del César. Pero el Divino Niño que llevaba en su bendito seno dispuso venir a
este mundo un poquito antes de lo que su Madre esperaba.
Se puede pensar que, seguramente, algún
familiar tendría María en Belén, sin embargo, en principio, su voluntad es la
de hospedarse en alguna posada y esperar el divino alumbramiento de su Hijo,
pero, por lo que el Evangelio expresa, no encontró alojamiento ni el ambiente
que se acomodara a sus pretensiones. Entre tanto, su naturaleza de mujer
respondía con las contracciones previas a un parto que de momento daba la cara.
La noche ya estaba cerrada, la situación se
hace insostenible y no queda más remedio que llamar a la puerta del pariente
más cercano y por lo que está a la vista hay que actuar de inmediato, la hora
es inoportuna, no da tiempo a desalojar el aposento más adecuado para este
acontecimiento. El Niño está a punto de llegar y la Inmaculada Madre Virgen ya
no resiste más. Con brevedad se prepara lugar junto a la casa hasta donde se ha
podido llegar, ¡es un pesebre!, pero ¿qué se puede hacer...?, ya no hay tiempo.
Sobre un lecho de paja limpia tienden a la
joven y virginal esposa que finalmente, en una última contracción, da a luz al
Autor de la vida, a un precioso Niño que viene a nacer e inmediatamente posarse
en las recias, benditas y purísimas manos de José, el marido noble y bueno que,
tembloroso y trasmudado, toma al Niño y lo entrega a su Madre para que, según
se lee en el Evangelio, lo envuelva ella misma en pañales después de lavarlo y
ser atendida debidamente por otras mujeres de las que solo Dios conoce su
nombre.
El Evangelio no matiza, paso a paso, como fue
el parto, pero yo me pregunto: ¿de qué otra forma pudo suceder? Sin esta
precipitación, así he visto nacer a mis cinco hijos y a mis nueve nietos, de
una manera natural. Otras muy buenas especulaciones, son producto de piadosas
imaginaciones, muy respetables, pero que no se ajustan a la realidad.
María conoce su destino y
el lugar donde debe nacer su Hijo, el Hijo de Dios. María consuma la voluntad
de Dios y ejerciendo libremente, al dictado de su razón, escoge el momento
oportuno para viajar a Belén sin saber, quizá, que su Niño nacería en un
pesebre en virtud de una situación que Ella no esperaba. Así, pues, pudiera
confirmarse que la causa, por la que este parto virginal se produce en Belén,
por la que Jesús nace en Belén, se debe a su Madre y la causa por la que nace
en un pesebre, al edicto de César Augusto, que propició no haber lugar en la
posada.

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