[El que no crea en el Infierno ¿para qué va a
leer esta parábola? Aquel que se identifique con el rico Epulón de este
escrito, que solo es de san Lucas, tiene tiempo, si medita el resultado final
de este drama y recapacitando, obra en consecuencia, pase lo que pase. ¿Cuándo
tendrá de nuevo otra ocasión? Leemos]:
TEXTO
CONCORDADO Y AUTOBIOGRÁFICO
Oían todas estas cosas los fariseos, que eran
amigos del dinero, y hacían mofa de mí. Y les dije:
—“Vosotros sois los que
blasonáis de justos delante de los hombres; mas Dios conoce vuestros corazones;
porque lo encumbrado a juicio de los hombres es abominación a los ojos de Dios.
La Ley y los Profetas terminan en Juan; desde entonces es anunciada la Buena
Nueva del Reino de Dios, y todos forcejean por entrar en él. Pero más fácil es
que pasen el cielo y la tierra que no que caiga una sola tilde de la Ley.
Todo el que repudia a su
mujer y se casa con otra, comete adulterio; y quien se casa con la que ha sido
repudiada por su marido, comete adulterio”.
Les dije esta parábola:
—“Era un hombre rico, que
vestía púrpura y lino fino y banqueteaba cada día espléndidamente. Por el
contrario, un pobre, por nombre Lázaro, estaba tendido junto a su puerta,
cubierto de úlceras y deseando hartarse de lo que caía de la mesa del rico;
pero hasta los perros venían y lamían sus úlceras.
Sucedió
que murió el pobre y fue llevado por los ángeles al seno de Abrahán. Murió
también el rico y fue sepultado. Y estando en el infierno, en medio de
tormentos, levanta los ojos y ve a Abrahán a lo lejos y a Lázaro en su seno.
Y
levantando la voz, dijo:
“¡Padre
Abrahán, compadécete de mí y manda a Lázaro para que moje la punta de su dedo
en agua y refresque mi lengua, porque me abraso en estas llamas!”.
Dijo
Abrahán:
“Hijo,
recuerda que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro asimismo los males; ahora,
en cambio, él aquí es consolado y tú atormentado. Y a todo eso, entre nosotros
y vosotros se interpone una sima infranqueable, de suerte que los que quieran
pasar de aquí a vosotros no puedan, ni tampoco de ahí pasan a nosotros".
Y
dijo:
"Te
ruego, pues, padre, que le envíes a casa de mi padre- pues tengo cinco hermanos
-, para que les dé testimonio de estas cosas, no sea que también ellos vengan a
este lugar de tortura”.
Dice
Abrahán:
“Tienen
ya a Moisés y a los Profetas; escúchenlos”.
Él
dijo:
“No,
padre Abrahán, sino que, si fuere a ellos alguno de los muertos, harán
penitencia”.
Díjole:
“Si a
Moisés y a los Profetas no escuchan, tampoco se rendirán si alguno resucitare
de entre los muertos”.
COMENTARIO
El hombre rico miraba al pobre Lázaro, que
estaba sentado a su puerta, como el que mira un objeto, no sintió ninguna
compasión porque lo miraba como una cosa sin interés. El hombre, Lázaro, no le
decía nada al hombre Epulón. Esto es de permanente actualidad, pero el
resultado de esta actitud, de los malos ricos con los buenos pobres, está a la
vista. En breve tiempo, estos dos hombres están en otro lugar.
Léase de nuevo la parábola. Cristo expone con
claridad el destino final de ambos hombres. Dios ha puesto nombre a dos almas
que representan infinidad de ellas en el mismo estado que se nos describe en la
parábola. Dios no se inventa este drama, permanentemente vivo al otro lado de
esta vida, vida efímera para el rico y para el pobre.
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