[¿Quién asegura que Cristo no tiene
sentimientos? Pues aquí tiene un pasaje del Evangelio de san Lucas que muestra
la sensibilidad de un Corazón que aprecia el agradecimiento. San Lucas hace que
nos enamoremos de la humanidad de Cristo. Este médico, que nos estará viendo
desde el cielo, supo plasmar, como nadie, la historia de un Hombre singular que
amaba y quería ser amado con pasión infinita. Leemos]:
TEXTO
CONCORDADO Y AUTOBIOGRÁFICO
Aconteció que, al dirigirme a Jerusalén,
pasaba por entre los confines de Samaria y Galilea. Y al entrar en cierta
aldea, me salieron al encuentro diez hombres leprosos, los cuales, manteniéndose
a distancia, levantaron la voz diciendo:
—“¡Jesús, Maestro, compadécete de nosotros!”
Luego que los vi, les dije:
—“Id y mostraos a los
sacerdotes”.
Y sucedió que mientras iban quedaron limpios.
Uno de ellos, viendo que había sido curado, volvió atrás, glorificando a Dios a
grandes voces y cayendo sobre su rostro a mis pies, me dio gracias. Era un
samaritano. Tomando la palabra, dije:
—“¿No quedaron limpios los diez? Y los nueve,
¿dónde están? ¿No se hallaron quienes volviesen a dar gloria a Dios, sino este
extranjero?”[1]
Mirándole a él, le dije:
—“Levántate
y vete; tu fe te ha salvado”.
[1] El
Hijo de Dios, el Hijo de María siente y padece la ingratitud de los hombres. Ni
es un Dios impasible, ni es un Hombre impasible. Espera el agradecimiento como
cualquiera de nosotros lo esperaríamos y se entristece del que no es bien
nacido, porque de bien nacido es ser agradecido.
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