[San
Juan no encontrará otra palabra que defina mejor el amor de Cristo por los
suyos. Decir que “los amó hasta el
extremo”, es decir que: “los amó
hasta la locura”.]
TEXTO
CONCORDADO Y AUTOBIOGRÁFICO
…Mañana ya sería la fiesta grande de los
judíos, la Pascua. Y sabiendo que ya era llegada mi hora de pasar de este mundo
al Padre, como hubiese amado a los míos que estaban en el mundo, los amé
hasta el extremo. Y durante la Cena como ya el diablo hubiese puesto en el
corazón a Judas, hijo de Simón Iscariote, que me entregase, sabiendo que todas
las cosas las entregó el Padre en mis manos y que de Dios salí y a Dios volvía,
me levanté de la mesa y dejando los vestidos, tomé un lienzo y me lo ceñí.
Luego eché agua en un barreño y comencé a lavar los pies a mis discípulos y
enjugarlos con el lienzo con que estaba ceñido. Llego, pues, a Simón Pedro y
díjome éste:
—“Señor, ¿Tú a mí me lavas los pies?”
Le respondí:
—“Lo que Yo hago tú no lo
sabes ahora, mas lo entenderás después”.
Díjome Pedro:
—“No lavarás mis pies nunca jamás”
Respondí:
—“Si no te lavo no tienes
parte conmigo”.
Contestó:
—“Señor, no mis pies solamente, sino también
las manos y la cabeza”.
Mas Yo le dije:
—“El que se ha bañado no
necesita lavarse sino los pies; antes bien está limpio todo. Y vosotros limpios
estáis, aunque no todos”.
Esto dije porque conocía al que me entregaba;
por esto dije: “No todos estáis limpios”.
Habiendo, pues, terminado de lavarle los
pies, tomé mis vestiduras y, puesto de nuevo a la mesa, les dije:
—“¿Entendéis
qué es lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis “El Maestro” y “El
Señor”, decís bien, pues lo soy. Si, pues, os lavé los pies, Yo, el Señor y
el Maestro, también vosotros debéis unos a otros lavaros los pies. Porque
ejemplo os di, para que como Yo hice con vosotros, así vosotros lo hagáis. En
verdad, en verdad os digo: no es el siervo mayor que su señor, ni el enviado
mayor que el que lo envió. Si esto sabéis, bienaventurados sois si lo
hiciereis”.
COMENTARIO
...Luego
eché agua en un barreño y comencé a lavar los pies a mis discípulos y
enjugarlos con el lienzo con que estaba ceñido. ¿Quién me dará mayor ejemplo de humildad, de
esta virtud que tanto necesito? ¿Qué me pedirás, Jesús de mi alma, que me
resista a darte?
... Si esto sabéis, bienaventurados sois si lo
hiciereis”. Bienaventurado,
que es lo mismo que decir elegido de Dios, si entendemos que cualquier hombre
es hijo del mismo Dios a quien yo llamo: “Padre mío”. Bienaventurado
quien quiere para los demás lo que quiere para sí.
Solo san Juan nos dejará esta conmovedora
escena. El Rey de reyes, de rodillas en el suelo, como un esclavo, irá lavando
uno a uno, incluso a Judas, los pies de sus Apóstoles. Me siento incapaz de
mostrar a quien me lee los sentimientos de Cristo en este acto de humildad
inigualable. La inmensa miseria de mi pobre corazón me impide sincronizar con
el hermoso Corazón de Cristo. No puedo descubrir la emoción que embargaba a
Jesús el Nazareno cuando en sus benditas manos se posaban los huesudos pies de
unos hombres fieles a su Maestro, que han caminado con Él tantos caminos de
Esperanza.
Amiga, amigo, seguro que se habrá quedado con
la afirmación que hace el Protagonista de esta Autobiografía: “los amé hasta el extremo”. Si
tradujéramos esta frase escrita en griego, de manera literal leeríamos: “los amé hasta la locura”. Así ama Dios,
hasta la divina locura, con un amor apasionadamente infinito. Ama como Dios al
que solo puede entender su amor como hombre, por tanto, jamás podré dimensionar
el amor con el que soy amado por el Amor.
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