TEXTO
CONCORDADO Y AUTOBIOGRÁFICO
Anás, pues, me envió atado
a Caifás, el pontífice. Me llevaron a casa de Caifás, el sumo sacerdote, y allí
se habían congregado todos los sacerdotes, los ancianos y los escribas. Los
sumos sacerdotes y el Sanhedrín entero buscaban algún falso testimonio contra
mí con el objeto de darme la muerte, y no lo hallaban: porque, aunque muchos
testificaban en falso contra mí, los testimonios no eran acordes.
Posteriormente, comparecieron dos, diciendo:
—“Este dijo: “Puedo derribar el Santuario de Dios y en
tres días reedificarlo”. Nosotros le oímos decir: “Yo derribaré este Santuario, hecho por mano de hombre, y en tres días
edificaré otro no hecho por manos humanas”.
Y ni aun así era acorde su
testimonio. Y levantándose el sumo sacerdote y adelantándose al medio, me
interrogó, diciendo:
—“¿No respondes nada? ¿Qué
es lo que éstos testifican contra Ti?”
Mas Yo, manteniéndome
callado, no respondí nada. De nuevo el sumo sacerdote me interrogó
diciendo:
—“¡Te conjuro por el Dios
vivo que nos digas si Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios Bendito!”
Le contesté:
—“Tú lo dijiste: Yo soy;
empero, os digo que a partir de ahora veréis al Hijo del hombre sentado a la
diestra del Poder y viniendo sobre las nubes del cielo”.
Entonces el sumo sacerdote
rasgó sus vestiduras, diciendo:
—“¡Blasfemó!; ¿qué
necesidad tenemos ya de testigos? Oísteis la blasfemia. ¿Qué os parece?”
Todos ellos me condenaron,
diciendo:
—“¡Reo es de muerte!”
Entonces comenzaron algunos
a escupirme en el rostro, a darme puñadas y bofetadas. Y los hombres que me
tenían aprisionado me escarnecían hiriéndome. Y habiéndome envuelto el rostro
con un velo, me golpeaban con los puños y me preguntaban diciendo:
—“Profetízanos, Mesías,
¿quién es el que te dio?”
Y otras muchas cosas
insultantes decían contra mí.
COMENTARIO
San Juan solo aportará el
primer párrafo de este pasaje para indicar que, de Anás, Jesús, atado, fue
enviado a Caifás. San Mateo y san Marcos llevan el peso de este apartado, que
escriben por testimonios de alguien que estuviera presente en esta nocturna
reunión de algunos del Sanhedrín. Ninguno de los dos fue testigo. Aunque se
sabe que san Pedro estuvo en este lugar, por lo que dicen los Evangelios no se
deduce que se llegara al interior del edificio. De los hechos que nos ocupan no
pudo tener constancia directa porque estaba fuera, con los criados.
Sabemos que san Juan era
conocido de Caifás (Jn 18,15-16) y por tanto de la servidumbre de esta mansión.
Es más que probable que, en el interior de la casa de Caifás, donde se juzgaba
a Jesús, estuvo san Juan y por tanto se enteró de todo lo que allí sucedió. La
fuente de información de esta escena sería la del propio san Juan evangelista,
aunque de esto, él no escribiera nada.
Jesús, permanecía callado
ante las preguntas de aquellos inicuos jueces. En un momento determinado, ante
este silencio de Jesús, interviene el sumo sacerdote, Caifás. Se levanta de su
estrado, se dirige a Jesús y pregunta directamente, él mismo. Será san Mateo
quien deje constancia de la solemnidad con la que Caifás hace la pregunta.
Llegará a conjurar, a invocar al Dios bendito para sonsacar una respuesta de
Jesús:
Mt 26,63 Te
conjuro por el Dios vivo que nos digas si tú eres el Mesías, el Hijo de Dios.
Mt 26,64 Tú lo
dijiste; empero, os digo que a partir de ahora veréis al Hijo del hombre sentado
a la diestra del Poder y viniendo sobre las nubes del cielo.
Para mí, Caifás pudo
cometer un pecado incluso mayor que el de Judas, porque este respondió por sí
mismo con su propia desesperación, ningún otro hombre estuvo asociado a su
personal y única responsabilidad. Caifás, respondió de su inmensa perversidad y
por las nefastas consecuencias de la misma, ya que dispuso al pueblo judío para
no aceptar a su Mesías, y aún peor, lo corresponsabilizó de la muerte, con
saña, con la que se asesinó al Hijo de Dios, una muerte que el sumo sacerdote
deseó con toda su podrida alma. Interpreto que este hombre, realmente, fue el primer responsable de que
se cometiera el crimen más nefando que la humanidad ha podido conocer.
Culminó el acto más
perverso que se pueda dar en un hombre y en una generación. Con ello, hundió en
el abismo al pueblo judío, de aquellos tiempos, que representaba. En su persona
había recaído, por Providencia divina, la elección como máxima autoridad religiosa
del pueblo escogido por Dios. Caifás, asumió en su persona las consecuencias de
este pecado de “lexa majestad” y, además, como hijo del Padre de la mentira,
al engañar a la generación judía de esa hora, la hizo corresponsable de
semejante locura satánica. Caifás responde ante Dios de sí mismo y de todas las
generaciones judías que no reconocen a Jesucristo como el Mesías, como el Hijo
de Dios.
Cuando Caifás, desencajado,
interpela a Jesucristo para que le confirme, rotundamente, si es el Mesías, el
Hijo de Dios, está buscando escuchar lo que escuchó, no para rendirse ante la
evidencia divina que tenía a la vista de sus malditos ojos, sino que, por esta
inefable afirmación del Autor de la vida, que esperaba oír de labios del Reo,
proceder a dictaminar su inicua sentencia de muerte. Este hombre es un misterio
de maldad porque, aun reconociendo las obras extraordinarias, con las que el
Taumaturgo había acreditado su divinidad, no quiso aceptar que este Nazareno
era el Verbo de Dios hecho hombre, la Esperanza de Israel. Se puso casi a la
altura de Lucifer y eligió el “non serviam” que le precipitó al
abismo eterno.
Cuando Pilato oyó que Jesús
se hacía Hijo de Dios, se estremeció. Lleva a Jesús a un reservado y le
pregunta: ¿De dónde eres tú? Cuando insiste, porque Jesús no le responde,
Pilato le hace saber que tiene potestad para salvarlo o crucificarlo. En
definitiva, Pilato no quiere defenestrar al Nazareno. Cristo, entonces
responderá:
“No
tuvieras potestad alguna contra mí si no te hubiera sido dada de arriba. Por
esto quien me entregó a ti, mayor pecado tiene”. (Jn 19,11)
¿Verdad que ya conocemos a
qué sujeto se está refiriendo Jesús? Caifás es la personificación del odio al
Hijo del hombre.
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