[Solo san Mateo, en su Evangelio, y san Lucas
en sus Actos de los Apóstoles, nos pondrán en antecedentes de este tenebroso
suceso, con el que Judas muestra una conciencia que le devora, y al no sentirse
digno de la Misericordia divina, se desespera, poniendo fin a su vida con un
estremecedor suicidio. Muere ahorcado y con las entrañas desparramadas fuera de
su cuerpo.]
TEXTO
CONCORDADO Y AUTOBIOGRÁFICO
Fue entonces cuando Judas,
el que me entregó, viendo que Yo había sido sentenciado a muerte, arrepentido,
devolvió a los sumos sacerdotes y a los ancianos los treinta siclos,
diciendo:
—“Pequé entregando sangre
inocente”.
Pero ellos le dijeron:
—“¿A nosotros qué? Allá
tú”.
Y arrojando en el santuario
los siclos, se retiró, y, marchándose de allí, se ahorcó, y habiendo caído de
cabeza, reventó por medio y se le salieron todas las entrañas. Los sumos sacerdotes, tomando los siclos,
dijeron:
—“No es lícito echarlos en
el arca de las ofrendas, pues es precio de sangre”.
Y habiendo consejo,
compraron con ellos el campo del alfarero para sepultura de los forasteros.
Judas, pues, adquirió un campo con el salario de su iniquidad. Y se hizo
notorio a todos los habitantes de Jerusalén, de suerte que aquel campo fue
llamado en su propia lengua “Hakeldamakh”,
esto es, “Campo de sangre”. Entonces
se cumplió lo anunciado por el profeta Jeremías, que dice:
“Y
tomaron los treinta siclos, tasa del que fue puesto a precio, del que pusieron
a precio los hijos de Israel. Y los destinaron para el campo del alfarero,
según que me ordenó el Señor”. (Jer.
32, 6-9; Zac. 11, 13).
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