Parábola del
sembrador. (Mt 13,1-23; Mc 4,1-20; Lc 8,4-15) |
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SOLO
TEXTO CONCORDADO Y AUTOBIOGRÁFICO
Otro día, saliendo de casa,
llegué a la orilla del mar y otra vez comencé a enseñar. Como concurriera muchísima
gente, subí a una barca y sentado en ella, mar adentro, les hablaba mientras
ellos estaban en la orilla. Comencé a enseñarles en parábolas, diciéndoles:
—“Escuchad. He aquí que salió el sembrador a sembrar. Y sucedió
que, al sembrar, una parte cayó a la vera del camino y fue pisoteada, y los
pájaros del cielo se la comieron.
Otra parte cayó en los pedregales, donde no había mucha tierra,
y al punto brotó por no tener profundidad el terreno; y en saliendo el sol se
quemó, y por no tener raigambre ni humedad se secó.
Y otra cayó en medio de espinas, y brotando juntamente con las
espinas, la ahogaron y no dio fruto. Y otras partes cayeron en tierra buena y
daban fruto que subía y crecía, y rendían una treinta, y una sesenta y una
ciento. ¡Quien tenga oídos para oír, escuche!”
Quedando a solas con mis
discípulos, me preguntaban:
—“¿Por qué les hablas en
parábolas? ¿Y qué significa esta parábola?”
Les dije:
—“A vosotros se os ha dado conocer los misterios del Reino de
los cielos, mas a ellos, los de fuera, no les ha sido dado, todo se les
presenta en parábolas. Porque a quien tiene, se le dará, y andará sobrado; mas
a quien no tiene, aun lo que tiene le será quitado.
Por esto les hablo en parábolas, porque viendo no ven y oyendo
no oyen ni entienden. Y se cumple en ellos la profecía de Isaías, que dice:
“Con el oído escucharéis
y no entenderéis; y mirando miraréis y no veréis”.
Porque se apelmazó el corazón de este pueblo, y con sus oídos
oyeron torpemente, y entornaron sus ojos; no sea caso que vean con los ojos, y
oigan con los oídos, y entiendan con el corazón, y se conviertan, ¡cuando Yo
los sanaría!
En cuanto a vosotros, ¡dichosos vuestros ojos, porque ven, y
vuestros oídos porque oyen! Porque en verdad os digo que muchos profetas y
justos desearon ver lo que veis, y no lo vieron y oír lo que oís, y no lo
oyeron. ¿No entendéis esta parábola? ¿Y cómo entenderéis todas las demás
parábolas? Oíd, pues, vosotros la parábola del sembrador:
La semilla es la palabra de Dios. Quienquiera que oye la palabra
del Reino y no la entiende, viene el diablo, Satanás, y roba lo sembrado en su
corazón, no sea que, creyendo, se salve: este es el sembrado a la vera del
camino.
El sembrado en los pedregales, este es el que oye la palabra y
luego la recibe con gozo; mas no tiene en sí mismo raigambre, sino que es
efímero y crece por algún tiempo, pero después, en sobreviniendo tribulación o
persecución por razón de la palabra, al punto se escandaliza y retira.
El sembrado entre espinas, este es el que oye la palabra; y la
preocupación por este mundo, y las solicitudes del siglo, las ansiedades, la
seducción de las riquezas, y las codicias, acerca de las demás cosas, entrando,
ahogan la palabra, y ésta se hace infructuosa.
Mas el sembrado en la tierra buena, este es el que, con corazón
bueno y excelente, oye la palabra y la recibe, la entiende y la retiene, el
cual ciertamente fructifica y lleva fruto con su constancia y produce, cuál
ciento, cuál sesenta, cuál treinta por uno".
COMENTARIO
DEL INGENIERO
A esta altura del Evangelio los Sinópticos nos
informan de la predicación de Jesús en parábolas. “El Reino de Dios se asemeja…” “Creed en el
Evangelio” (Mc 1,15). Así
nos interpela Jesús en un singular manifiesto. Y yo, esto es lo que he tratado
de conseguir, un solo Evangelio que integre en una sola lectura los cuatro
textos evangélicos redactados en forma autobiográfica. Ahora, vuelvo a poner en
práctica el Programa Concordante que me mostrará en la pantalla del ordenador,
en una sola vista, la redacción sinóptica de esta parábola. Tome nota, quien
está leyendo, de los matices más significativos:
1. San Mateo y san Marcos, testigos directos en
esta escena, nos hacen mención de que la gran muchedumbre que arrastraba Jesús,
estaba a la orilla del mar de Galilea y que Él, subido en una barca que estaba
a cierta distancia de la orilla, les hablaba.
2. Los discípulos no entienden el por qué les
habla en parábolas. Jesús les dirá el por qué, otra cosa será que ellos lo
entendieran. Así mismo nosotros, ahora, no sé bien si lo comprendemos. Solo san
Mateo muestra la siguiente afirmación del Maestro: “En cuanto a vosotros, dichosos vuestros ojos, porque ven, y vuestros
oídos, porque oyen. Porque en verdad os digo que muchos profetas y justos
desearon ver lo que veis, y no lo vieron y oír lo que oís, y no lo oyeron”.
(Mt. 13,16-17)
3. Solo san Marcos expone la extrañeza de Jesús
por la incomprensión de esta parábola por parte de sus discípulos. ¿La
entendieron la gente que le escuchaba? Dice san Marcos: “¿No entendéis esta parábola? ¿Y cómo entenderéis todas las demás
parábolas?”. (Mc. 4,13)
4. Solo san Lucas expone, meridianamente, que la
semilla que siembra el sembrador es la palabra de Dios. Esta semilla se ha
sembrado, se siembra y se sembrará a viva voz y también en palabra escrita.
Esta es la forma con la que la AUTOBIOGRAFÍA DE JESUCRISTO pretende sembrar la
palabra divina para la presente generación y generaciones futuras. Dice san
Lucas: “La semilla es la palabra de Dios”.
(Lc. 8,11)
5. Los tres evangelistas nos exponen la bondad y
abundancia del fruto que da la tierra buena que son los que oyen la palabra y
la acogen, sin embargo, solo san Lucas expone claramente cuál ha de ser la
disposición de quien la escucha. Dice san Lucas: "Y lo que, en la tierra buena, éstos son los que, con corazón
bueno y excelente, habiendo oído la palabra, la retienen, y llevan fruto con su
constancia". (Lc. 8,15)

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