[Qué suerte poder leer el Evangelio
Concordado, porque, ahora, solo san Mateo nos pone en antecedentes de esta
escena que, como verá, es muy interesante. Leemos]:
TEXTO
CONCORDADO Y AUTOBIOGRÁFICO
Llegando a Cafarnaúm, se
presentaron a Pedro los que cobraban los didracmas y dijeron:
—“¿Vuestro Maestro no paga los didracmas?”
Dice:
—“Sí”.
Y
cuando entró en la casa, me adelanté a él diciendo:
—“¿Qué
te parece Simón? Los reyes de la tierra, ¿de quién cobran impuestos o tributos?
¿De sus propios hijos o de los extraños?”
—“De
los extraños”.
—“Luego
exentos están los hijos. Mas para que no los escandalicemos, vete al mar y echa
el anzuelo, y al primer pez que saques, tómalo, y abriéndole la boca, hallarás
un estater; tómalo y entrégalo a ellos por mí y por ti”.
COMENTARIO
+LA
MONEDA EN LA BOCA DEL PEZ+
En
el Evangelio Concordado, el milagro que ahora analizamos mantiene el orden
cronológico, aunque, este milagro, solo lo describa san Mateo. Nunca lo he
visto suficientemente comentado en los libros que se han publicado sobre la
vida de Jesucristo. Sin embargo, este hecho sorprende a este ingeniero que
suscribe, acostumbrado al ejercicio de la lógica como herramienta fundamental
para el buen hacer de su trabajo técnico. El trato y relación humana con las
personas que hasta ahora he tenido ocasión de conocer, siempre se ha
establecido sobre la base del sentido común.
Normalmente,
un técnico pasa de conversaciones imaginarias, mantiene una distancia
respetuosa en la dudosa fiabilidad de los sentimientos que no vengan
acreditados por una verdadera amistad. El pragmatismo, en una medida razonable,
es una herramienta más con la que interpreta los acontecimientos que le salen
al paso en el ejercicio de su trabajo. A la vista del apartado del Evangelio
que acabamos de leer, me quedo con el versículo que dice:
“Luego exentos están los hijos. Mas para que no los
escandalicemos, vete al mar y echa el anzuelo, y al primer pez que saques,
tómalo, y abriéndole la boca, hallarás un estater; tómalo y entrégalo a ellos
por mí y por ti”.
(Mt 17,26-27)
Escuchamos
un coloquio entre san Pedro y Jesús sobre el pago de impuestos. Un Hombre le
dice a otro hombre que vaya al mar y se ponga a pescar y, sin pestañear, le
comunica, además, que al primer pez que saque le abra la boca y allí encontrará
una moneda cuyo valor es suficiente para pagar el tributo que exige el estado.
Ud. ha leído los mismo que yo he leído, ¿verdad? ¿Qué conclusiones saca? Le
diré las mías:
1.
No hay hombre alguno al que yo le de crédito en
semejante mandato.
2. Jamás se me ocurriría hacerle caso, porque no le
atribuyo a ningún ser humano conocimiento sobrenatural como el que de aquí se
trata.
3.
Como se puede deducir, el hecho mencionado se
consumó tal cual lo hemos leído y en consecuencia se me ocurren estas
preguntas:
4.
¿Por qué sabía que en el mar había un pez que
llevaba en su boca una moneda?
5.
¿Por qué sabía el valor de la moneda?
6.
¿Por qué sabía que el pez estaba en determinado
sitio del mar?
7.
¿Por qué sabía que junto a este pez habían otros
peces?
8.
¿Por qué sabía la hora oportuna para lanzar el
anzuelo al mar?
9.
¿Por qué sabía que este pez, el que llevaba la
moneda en su boca, sería el primero en morder el anzuelo sin expulsar la
moneda?
10.
¿Por qué Pedro, un experto pescador, obedeció, sin
la más mínima duda, al mandato de Jesús?
11.
¿Quién era este Hombre para Pedro?
12.
¿Quién es este Hombre para mí?
13.
¿Quién es este Hombre para la lectora o el lector
que me lee?
14. ¿Conoce a alguien que pueda atribuirse y demostrar
semejante conocimiento sobrenatural?
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