[Este apartado, que, de improviso, se nos
cuela en esta Concordancia no tiene más lectura que la que se lee. El hombre y
la mujer casados son una sola carne para siempre. San Mateo y san Marcos han
dejado esculpidas en las conciencias de cada hombre y mujer unas palabras de
Cristo que son de permanente actualidad para todas las generaciones, hasta que
se acaben los siglos. Leemos]:
TEXTO
CONCORDADO Y AUTOBIOGRÁFICO
Concluidos estos razonamientos vine a los
confines de la Judea allende el Jordán. Y de nuevo vinieron a mí grandes
muchedumbres que me seguían. Y como siempre les enseñaba y curaba a sus
enfermos. Se acercaron unos fariseos que tentándome me dijeron:
—“¿Es lícito al marido repudiar a su mujer
por cualquier motivo?”
Respondiendo les dije:
—“¿Qué os mandó Moisés?”
Ellos dijeron:
—“Moisés permitió escribir líbelo de divorcio
y repudiar”.
Mas Yo les dije:
—“¿No leísteis tal vez que
el que los creó desde el principio los hizo varón y hembra? Y dijo:
“Por esto dejará el hombre
al padre y a la madre y se unirá a la mujer, y serán los dos una sola carne”.
Así que ya no son dos, sino
una sola carne. Lo que Dios, pues, juntó, el hombre no lo separe”.
Dícenme:
—“¿Por qué, pues, Moisés
prescribió dar líbelo de divorcio y repudiar?”
Contesté:
—“Porque Moisés, en razón
de vuestra dureza de corazón, os consintió repudiar vuestras mujeres; mas desde
un principio no ha sido así. Y os digo que quien repudiare a su mujer, no
interviniendo fornicación, y se casare con otra, adultera, y quien se casare
con la repudiada, adultera”.
Y llegando a casa de nuevo, mis discípulos me
interrogaron acerca de esto.
Y les dije:
—“Quien repudiare a su
mujer y se casare con otra, comete adulterio contra la primera; y si la mujer
repudiare a su marido y se casare con otro, comete adulterio”.
Y mis discípulos me dijeron:
—“Si tal es la situación del hombre respecto
a la mujer, no vale la pena casarse”.
Mas yo les dije:
—“No todos son capaces de
comprender esta palabra, sino aquellos a quienes ha sido dado. Porque hay
eunucos que así nacieron desde el seno de su madre, y hay eunucos que lo son
por obra de los hombres, y hay eunucos que así mismo se hicieron tales por
razón del Reino de los cielos. Quien sea capaz de comprender, comprenda”.
COMENTARIO
Dios no acepta el adulterio por ningún
concepto. El hombre y mujer casados, casados son y están para siempre, les une
un vínculo que emana del propio querer divino desde que el hombre es hombre y
la mujer, mujer. El adúltero vive su adulterio para siempre y en tal caso su
destino no está en el cielo. Al morir se encontrará con el rostro de un Dios
Padre que pedirá cuenta de la felicidad de su hija o de su hijo, de la
felicidad de los hijos de sus hijos. El adulterio lleva consigo la voluntaria
ocultación de la conciencia que se ve sometida a una tenebrosa vejación
irreversible, que dura tanto como dura la vida de un adúltero.
También hay que hacer referencia a otro tipo
de desorden por el cual la persona se adultera a sí misma. La vasectomía en el
hombre y la ligadura de trompas en la mujer suponen dos actos intrínsecamente
malos que afectan no sólo a las personas que, voluntariamente, lo han querido
sino también a los facultativos que han intervenido para secar las fuentes de
la vida. A la hora de la verdad, te presentas en la otra vida con un cuerpo
tullido, se pone en juego la eternidad porque se sabe que respondemos de
nuestros actos y este es un acto desordenado, irreversible y de imprevisibles
consecuencias. Vuelvo a reclamar la atención de quien está leyendo y pongo a su
consideración la siguiente reflexión sobre:
+EL
DIVORCIO+
Los hombres podemos engañar a otros hombres,
e incluso a nosotros mismos, pero a Dios no lo podemos engañar. Ante el mundo
se podrá justificar un amancebamiento con el “brillante término” de parejas
de hecho. Un varón y una mujer unidos en virtud de su mutuo asentimiento
ratificado por solo la palabra y un “haber que pasa”. Al poco tiempo, lo que
desordenadamente se unió, desordenadamente se separa, siendo, por lo general,
la mujer la que carga con la peor parte. Se edifica una casa sobre arena y a la
menor contrariedad comienzan las desavenencias, esta pareja de hecho se
agrieta y en breve se arruina para desgracia de ellos mismos y de sus hijos.
Cristo no se refiere a estas uniones que solo
son reconocidas por sociedades divorcistas, y así les va. Cristo hace mención
del legítimo matrimonio, y avisa que cuando el varón, por su ineptitud, por su
infidelidad o por su malicia, rompe el sagrado vínculo que le une a la madre de
sus hijos, comete adulterio y predispone a la mujer a cometer el mismo pecado.
El hombre que así actúa viene a ser responsable inicial de un adulterio que
afecta a cuatro personas: a él y a su nueva pareja, a su legítima mujer y al
posible hombre que se una, amancebadamente, a la madre de sus hijos.
Dios ha puesto en aviso a todas las
generaciones de lo que este pecado puede suponer para una sociedad, porque con
este acto se da lugar a un encadenamiento de posibles desordenes que
trascienden a la persona que lo inicia. Un divorcio puede generar un indefinido
desmembramiento familiar de imprevisibles consecuencias. Al cabo del tiempo, no
mucho, cuando el hombre que ha generado un divorcio recapitula su vida, se
encuentra con una cosecha de amargos frutos que no le harán muy placentero el
tramo último de su existencia. La soledad no es buena compañera para iniciar el
viaje a la otra vida, pero desde luego, si lo que te acompaña son las
consecuencias de tu divorcio en otras muchas personas, que ni siquiera has conocido,
es más que probable afrontar la muerte sin esperanza.
Ahora, quizá venga bien poner a su
consideración lo que supone un adulterio y para ello transcribo literalmente lo
que un poeta de mi tierra (D. Adolfo García López) hacía público, en la prensa
local, reflexionando, con el alma abierta por los sentimientos de frustración
que le embargaban, sobre un adulterio consumado por un amigo sin nombre.
EL AMIGO ROTO (De D. ADOLFO GARCÍA LÓPEZ)
Entrar en el laberinto de una vieja
modernidad como es el adulterio no es un gesto para ser aplaudido por personas
que tienen en alta estima los valores de la decencia.
He sido ilusionado amigo, compartiendo
momentos felices verso a verso. Hoy solo queda el amigo decepcionado, roto y
herido, porque has decidido vivir las secuencias de un poema sucio, suciamente
concebido en el muladar donde solo reina lo más bajo del instinto.
Has desbaratado el nido que libremente
erigiste; en el que un día lloraste ante la cuna vacía, y hoy solo se escucha
el desencanto de una adolescente que tiene tu apellido y un hermoso nombre.
Me llamaste amigo y maestro, pero no te he
enseñado a usar en tu vida las neuronas pélvicas para que sean
promotoras de la conducta. El hombre es hombre cuando emplea los valores
morales de cintura hacia arriba. Cuando solo emplea los de abajo, pone de
manifiesto su condición de macho. El amor no es entregar el cuerpo a los
deleites de la carne.
Este
viejo poeta desde su fe en la esperanza te invita a ser coherente, mientras
entretengo el pensamiento desnudando madrugadas.
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