TEMA 116 SOLO TEXTO

TEMA 116   En memoria de María, que me ungió. (Mt 26,6-13; Mc 14,3-9; Jn 12,1-11)
[Me sorprende no encontrarme con san Lucas en la redacción de este pasaje. Volvemos a san Juan que, como veremos más adelante, será imprescindible para interpretar esta conmovedora escena en la que la protagonista principal es una mujer que nos descubre un apasionado amor a Jesucristo. Si le parece, lo leemos y después comentamos.]
TEXTO CONCORDADO Y AUTOBIOGRÁFICO
Llegamos a Betania seis días antes de la Pascua, y allí se hallaba Lázaro a quien Yo había resucitado de entre los muertos. Dispusieron, pues, en mi obsequio, una cena allí, en casa de Simón el leproso; y Marta servía, y Lázaro era uno de los que estaban a la mesa conmigo. María tomó una libra de perfume de nardo legítimo, de subido precio; y con su frasco de alabastro, vino y me ungió los pies y los enjugó con sus propios cabellos; quebrando el alabastro, derramó el perfume sobre mi cabeza y la casa se llenó de la fragancia del perfume. Dice, pues, Judas Iscariote, uno de mis discípulos, el que me iba a entregar:
—“¿Por qué no se vendió este perfume en trescientos denarios y se dio a los pobres?”
Dijo esto no porque le importase de los pobres sino porque era ladrón, y como guardaba la bolsa, hurtaba lo que en ella se echaba. Había allí también algunos de mis discípulos que, llevándolo pesadamente, decían entre sí:
—“¿A qué viene este despilfarro de perfume?”
Y trinaban contra ella. Mas dije Yo:
—“Dejadla en paz. ¿Por qué la molestáis? Buena obra es la que ha hecho conmigo. Pues a los pobres siempre los tenéis con vosotros, y siempre que quisiereis les podéis hacer bien, mas a mí no siempre me tenéis. Lo que tuvo en su mano, hizo. Que al echar ella este perfume sobre mi cuerpo, se adelantó a embalsamarlo para la sepultura, para lo cual lo tenía reservado. En verdad os digo, dondequiera que fuere predicado el Evangelio por todo el mundo, se hablará también de lo que ésta hizo, para memoria suya”.
Enterada la turba de que Yo estaba allí, vinieron no solamente por verme a mí, sino también por ver a Lázaro, a quien resucité de entre los muertos. Los sumos sacerdotes, por este motivo, resolvieron matar también a Lázaro, pues muchos de los judíos, a causa de Lázaro, se les iban y creían en mí.
COMENTARIO
Por san Mateo y san Marcos, descubrimos que este pasaje se consuma en casa de un tal Simón el leproso y no en casa de Marta de Betania. Sin embargo, por san Juan sabemos que en esta cena estaban Lázaro, recién resucitado, Marta y María. Según san Mateo y san Marcos, la mujer, de nombre desconocido en estos Evangelios, ungió los cabellos de Jesús con un perfume de nardo legítimo. Pero, según san Juan, fue María, la hermana de Lázaro y Marta, la que ungió, no la cabeza, sino los pies de Jesús, que además los enjugaba con sus cabellos. ¿No le recuerda esta escena a la mujer que vimos en el Tema 37?
Solo san Juan nos descubre que, quien de veras se había molestado por este derroche de amor, fue Judas. Y así mismo, solo san Juan mostrará que los sumos sacerdotes resuelven matar también a Lázaro. Y, por último, con idénticas palabras, san Mateo y san Marcos certificarán que la acción de esta mujer se conocería en todo el mundo donde se predicara el Evangelio y para siempre, porque así lo quiso y lo aseguró Jesucristo.
En san Lucas, Lc.7,36-50, vemos a una mujer pecadora que hace exactamente igual que lo que ha hecho María, la hermana de Lázaro. También de san Lucas, Lc. 8,1-3 vemos, por primera vez, el nombre de María Magdalena, la volvemos a ver en la Pasión de Cristo.

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