TEMA 117 SOLO TEXTO

SEMANA DE PASIÓN

TEMA 117   Entrada triunfal en Jerusalén. Lloro sobre la ciudad. (Mt 21,1-17; Mc 11,1-11; Lc 19,29-44; Jn 12,12-19)
[De este suceso tenemos referencia en los cuatro Evangelios. Leemos]:
TEXTO CONCORDADO Y AUTOBIOGRÁFICO
Ya era el día primero de la semana, 10 de Nisán. Llegamos cerca de Jerusalén, en Betfage, en el monte de los Olivos y entonces envié a dos de mis discípulos, diciéndoles:
—“Id a la aldea que está frente a vosotros, y luego que entréis en ella hallaréis un asna atada y un pollino con ella atado, sobre el cual ningún hombre jamás se sentó: desatadlos y traédmelos acá; y si alguno os preguntare: “¿Por qué hacéis eso? ¿Por qué los desatáis?”, le diréis así: “Porque el Señor tiene necesidad de ellos, mas luego los hace traer de nuevo acá”.
Fueron los discípulos enviados y hallaron, como Yo les había dicho, un pollino atado junto a la puerta, fuera en el camino que daba la vuelta. Y mientras ellos desataban el pollino, les dijeron sus amos:
—“¿Por qué desatáis el pollino?”
Ellos dijeron:
—“Porque el Señor tiene necesidad de él”.
Y les dejaron hacer. Y me trajeron el asna y el pollino. Y, echando sus mantos encima del pollino, me hicieron montar en él y me senté. Esto se ha hecho para que se cumpliese lo anunciado por el profeta Zacarías, que dice:
“Decid a la hija de Sión: Mira que tu Rey viene a ti manso y montado sobre un asna y sobre un pollino hijo de animal uncido al yugo”.
Estas cosas no las conocieron mis discípulos desde un principio; mas cuando fui glorificado, entonces recordaron que tales cosas estaban escritas sobre mí, y estas fueron las que conmigo hicieron.
Y según que Yo iba avanzando, la gran muchedumbre, tendía sus mantos en el camino; otros cortaban ramas de los árboles del campo y con ellas tapizaban el camino. Y cuando ya me acercaba al descenso del monte de los Olivos, toda la muchedumbre de mis discípulos comenzó gozosos a alabar a Dios con grandes voces por todos los prodigios que habían visto, diciendo:
—“¡Hosanna al Hijo de David!”
—“¡Bendito el que viene, el Rey, en el Nombre del Señor!”
—“¡Bendito el Reino, que viene, de nuestro padre David!”
—“¡Paz en el cielo, Hosanna y gloria en las supremas alturas!”
La gran muchedumbre que había venido a la Fiesta, al oír que venía Yo a Jerusalén, tomaron palmas, y salieron a mi encuentro y clamaban:
—“¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor, y el Rey de Israel!”
Daba, pues, testimonio la turba que conmigo estaba cuando llamé a Lázaro del sepulcro y le resucité de entre los muertos. Por esto también me salió al encuentro la muchedumbre, por haber oído que Yo había obrado este portento. Los fariseos, pues, se dijeron unos a otros:
—“Veis que nada logramos; he aquí que el mundo se fue tras Él”.
Y algunos de los fariseos de entre la turba me dijeron:
—“Maestro, increpa a tus discípulos”.
Les respondí:
—“Os digo que, si éstos callasen, las piedras clamarán”.
Y cuando ya estuve cerca, viendo la ciudad, lloré sobre ella, diciendo:
—“¡Si conocieras también tú en este día lo que lleva a la paz! Mas ahora se ocultó a tus ojos. Porque vendrán días sobre ti en que levantarán una valla tus enemigos contra ti, y te cercarán y te estrecharán por todas partes, y te arrasarán y estrellarán a tus hijos en ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, en razón de no haber conocido el tiempo de tu visitación”.
Y como entrase en Jerusalén, se conmovió toda la ciudad, diciendo:
—“¿Quién es Este?”
Y las turbas decían:
—“Este es el profeta Jesús, el de Nazaret de Galilea”.
Y entré en el Templo de mi Padre. Y se llegaron a mí los ciegos y los cojos en el Templo, y los curé. Pero viendo los sumos sacerdotes y los escribas las maravillas que obré y a los niños que gritaban en el Templo y decían: “¡Hosanna al Hijo de David!”, lo llevaron a mal, y me dijeron:
—“¿Oyes qué cosas dicen éstos?”
Mas Yo les dije:
—“Sí, ¿es que nunca leísteis que de la boca de los pequeñuelos y de los que maman, te aparejaste alabanza?”
Y los dejé echando en torno una mirada, sobre todo, y como fuese ya tardía la hora, salí fuera de la ciudad en dirección a Betania con los Doce, y pernocté allí.
COMENTARIO
En el apartado anterior habíamos leído que Jesús llegó a Betania 6 días antes de la Pascua. Por san Juan sabemos que al día siguiente entraba en Jerusalén, estamos pues, en el primer día de la Semana de Pascua, es decir el 10 de Nisán.
El Hijo de Dios toma como cabalgadura a un asnillo y arropado por sus discípulos, desde el monte de los Olivos, se va acercando a Jerusalén que está repleta de gente para celebrar la Pascua de ese año 783 de Roma.
El texto leído está concordado. Dicho esto, me quedo con que los cuatro evangelistas nos informan de las alabanzas de una gran multitud que acompañaba a Jesús con ramas de olivo, palmas y mantos con los que tapizaban el suelo por donde pasaba el pollino que lleva en su grupa al Creador de Universo. Nos mostrará solo san Lucas lo que los fariseos dijeron al Mesías y lo que este les contestó:
“Maestro, increpa a tus discípulos”.
Les respondí:
“Os digo que, si éstos callasen, las piedras clamarán”.
Ya ha entrado el Señor en Jerusalén y se llegó al Templo de su Padre. Entonces, esta vez, fueron los propios sacerdotes del Templo los que amonestan al Mesías y esto lo sabremos solo por san Mateo que nos manifiesta:
“¿Oyes qué cosas dicen éstos?”
Mas Yo les dije:
“Sí, ¿es que nunca leísteis que de la boca de los pequeñuelos y de los que maman, te aparejaste alabanza?”

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