[Tres años atrás, Jesús expulsó a los
mercaderes del templo de su Padre. De aquella primera expulsión tendremos
noticias solo de san Juan. Cuando ya acaba su vida pública, el Mesías, vuelve a
expulsar a estos mismos mercaderes, conjuntamente corrompidos con los
sacerdotes del Templo, que autorizaban semejante desprecio al lugar sagrado
donde se encontraban. Este pueblo es el mismo del que Moisés decía que era de “dura cerviz”. Serán los Sinópticos
quienes dejarán escrito este bochornoso comercio en un lugar, que Jesucristo
manifiesta, con autoridad divina, ser Casa de oración. Así lo testifican los
tres evangelistas, el mismo Dios nos asegura que: “Mi Casa será llamada Casa de oración”, y con esto se diferencian
de san Juan, que no lo dice. Leemos]:
TEXTO
CONCORDADO Y AUTOBIOGRÁFICO
Y llegamos a Jerusalén y habiendo entrado en
el Templo de mi Padre, comencé a echar de allí a los que vendían y a los que
compraban en el Templo, y volqué las mesas de los cambistas y las sillas de los
que vendían las palomas, y no consentí que nadie trasladase objeto alguno
pasando por el Templo. Y enseñándoles les decía:
—“¿Es
que no está escrito que:
“Mi casa será llamada casa de oración para
todas las gentes?”
Mas
vosotros la habéis hecho cueva de ladrones”.
Y lo oyeron los sumos
sacerdotes y los escribas, y junto con los primates del pueblo, buscaban manera
de acabar conmigo, porque me tenían miedo; y no atinaban en lo que habían de
hacer, pues el pueblo todo, oyéndome, estaba pendiente de mis labios y
asombrado de mi enseñanza. De día enseñaba en el Templo y cuando se hacía tarde
me salía fuera de la ciudad.
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