[Según el orden cronológico del que nos
valemos para redactar esta Concordancia, ahora, es san Juan de quien tomamos referencia
con este pasaje que solo él nos ha dejado escrito. No debemos perder de vista
que el hombre que ha escrito estas divinas palabras, lo hizo en su ancianidad.
El cúmulo de detalles con el que redacta su Evangelio, es una prueba
incuestionable de que este lúcido y longevo judío estaba lleno del Espíritu
Santo. Este privilegiado cristiano, es el que más y mejor nos ha manifestado la
naturaleza divina de Jesucristo, el Verbo de Dios hecho Carne, el Hijo de
Dios.]
TEXTO
CONCORDADO Y AUTOBIOGRÁFICO
Había unos griegos de los que subían a honrar
a mi Padre en la solemnidad. Estos se acercaron a Felipe, que era de Betsaida
de Galilea y le rogaban diciendo:
—“Señor, deseamos ver a Jesús”.
Viene Felipe y se lo dice a Andrés; vienen
Andrés y Felipe y me lo dicen a mí. Y Yo les respondí diciendo:
—“Ha
llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del hombre. En verdad, en verdad
os digo, si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; mas si
muere, lleva mucho fruto. Quien ama su vida, la pierde; y quien aborrece su
vida en este mundo, la guardará para la vida eterna. Quien me sirve, sígame; y
donde Yo estoy, allí estará también mi servidor. A quien me sirviere, mi Padre
le honrará. Ahora mi alma se ha turbado; y ¿qué diré? ¡Padre, sálvame de esta
hora! Mas para esto vine a esta hora. Padre, glorifica tu Nombre”.
Vino, pues, una voz del cielo:
—“Le
glorifiqué, y de nuevo le glorificaré”.
La turba, pues, que allí estaba y le oyó,
decía que había sido un trueno. Otros decían:
—“Un ángel le ha hablado”.
Les respondí diciendo:
—“No
por mí ha venido esta voz, sino por vosotros. Ahora es el juicio de este mundo;
ahora el príncipe de este mundo será arrojado fuera. Y Yo, cuando fuere
levantado de la tierra, a todos arrastraré hacia mí”.
Esto dije significando con cual muerte había
de morir. Me respondió la turba:
—“Nosotros hemos oído de la Ley que el Mesías
permanece eternamente, y ¿cómo dices Tú que “tiene que ser exaltado el Hijo
del hombre”? ¿Quién es ese Hijo del hombre?”
Les dije, pues:
Esto hablé, y retirándome,
me escondí de ellos.
COMENTARIO
Estas palabras de Cristo están en permanente
presente para ser escuchadas por todas las generaciones, hasta el fin del mundo. ¿Qué pudieron entender los que las
escuchaban en esa hora? Son un susurro divino que se oye en el silencio de
nuestra intimidad más reservada, allí donde solo está el hombre y su Creador,
allí donde Cristo y yo estamos solos.
La bendita alma del Cristo Hombre se ha
turbado. Mi Dios se me manifiesta aturdido. ¿Qué le ocurre a Cristo? En mi
Señor se da un no querer y querer que a dos mil años pasados puedo entender.
Cristo es una sola Persona con dos naturalezas, la humana y la divina. Cristo
tiene sentimientos como un hombre que le afloran cuando contempla lo porvenir
con el conocimiento del Dios que es. Siendo humano no deja de ser divino. Ser
el mismísimo Dios Creador del Universo no le exonera del sufrimiento como
Hombre que ha de padecer una horrorosa muerte, una muerte de Cruz, que ya contempla
su alma de Hombre, que se resiste a tan atroz padecimiento.
Pide a su Padre librarse de esta hora y a su
vez se determina a aceptarla con supremo abandono de su voluntad de Hombre en
la Voluntad de su Padre Dios. En tal estado anímico, suplica a su Padre que
glorifique su Nombre y su Padre le responderá con voz oída por oído humano.
Cristo se contempla muerto en Cruz, elevado sobre la tierra, para esto ha
venido al mundo, para entregar su vida como rescate de todo hombre que será
arrastrado hacia este mi Dios Crucificado.
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