[San Mateo y san Marcos (San Pedro) son
testigos de esta escena en la que, sin duda, se oye lo más importante que un
judío, y también un cristiano, puede manifestar. Ambos evangelistas lo exponen
con algún matiz. Por ejemplo, san Mateo nos dirá que el que pregunta es un
legista que quiere poner a prueba a Jesús. San Marcos, en cambio, nos presenta
un escriba que, impresionado por lo bien que había razonado sobre la
resurrección, quiso oír de boca de este Joven Maestro cuál era para Él el
primer Mandamiento de la Ley. Concordadamente leemos]:
TEXTO
CONCORDADO Y AUTOBIOGRÁFICO
Los fariseos, habiendo oído que había hecho
tascar el freno de los saduceos, se juntaron en grupo. Y llegándose uno de
ellos, escriba, que nos había oído discutir, viendo que Yo les había contestado
muy bien, me preguntó con ánimo de tentarme:
—“Maestro, ¿Cuál es el gran mandamiento y
primero de todos en la Ley?”
Le respondí:
—“El primero es:
“Escucha Israel; el Señor, nuestro Dios, es un solo
Señor, y amarás al Señor Dios tuyo con todo tu corazón y con toda tu alma y con
toda tu mente y con toda tu fuerza”.
Este es el gran mandamiento y el primero. El
segundo, semejante, es éste:
“Amarás a tu prójimo como a ti mismo”.
Mayor que éstos, otro mandamiento no le hay. De estos dos mandamientos penden
la Ley entera y los Profetas”.
Y dijo el escriba:
—“Muy bien, Maestro, con verdad dijiste que “Uno
es, y no hay otro fuera de Él”, y el “amarle con todo el corazón y con
toda la inteligencia y con toda la fuerza” y el “amar al prójimo como a
sí mismo”, vale más que todos los holocaustos y sacrificios”.
Viendo que había respondido sensatamente, le
dije:
—“No andas lejos del Reino
de Dios”.
Y nadie ya osaba
interrogarme.
COMENTARIO
Estas palabras las pronuncia el Único Hijo,
del Único Dios Padre, Jesucristo. Ni los israelitas de aquel tiempo ni los
hombres que somos en este tiempo hemos visto a Dios. Sabemos que existe y con
esta Fe también conocemos que este Dios demanda al hombre un amor supremo por
encima de todo otro amor posible. Dios es mi único Dios, pero lo concibo en mi
razón como tres Personas con una sola naturaleza divina. Del solo Padre, del
solo Hijo y del solo Espíritu Santo, de tres Personas, que no confundo, recibo
en lo más reservado e íntimo de mi alma un requerimiento que me suena así:
“Hijo mío, amado mío, soy tu Señor
y tu Dios y me has de amar con todo tu corazón, con toda tu alma, con
toda tu mente, con toda tu fuerza”.
Esta es la suprema y divina demanda con la
que estoy comprometido porque me va en ello la vida eterna, porque me va en
ello el verdadero amor que solo es posible acreditarlo cuando uno quiere al
prójimo como así mismo, porque no se
puede amar al Dios que no vemos si no amamos al hermano que vemos. No se
puede amar a nadie si no lo conoce previamente. Nadie puede amar a Dios si no
lo conoce, y desde luego el hombre por sí mismo no puede conocer, en su
plenitud, al Dios que tanto le pide.
Si lo que he leído hasta ahora lo asumo tal y
como la lógica me lo ha hecho interpretar, tengo ante mis ojos al mismo Dios
Hijo que me ha hecho conocer al mismo Dios Padre en virtud de la plenitud, con
la que ha llenado mi ciencia y mi conciencia, la plenitud del Espíritu Santo
Dios que procede del Padre y del Hijo, este gran
Desconocido que habita en mi alma y al cual trato de amarlo por Sí mismo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario