TEXTO
CONCORDADO Y AUTOBIOGRÁFICO
Pilato, habiendo convocado
a los sumos sacerdotes, a los jefes y al pueblo, les dijo:
—“Me presentasteis a este
hombre como amotinador del pueblo, y he aquí que yo, habiéndole interrogado
delante de vosotros, no hallé en este hombre ninguno de los delitos de que le
acusáis. Pero ni Herodes tampoco, pues lo remitió a nosotros; y he aquí que
nada digno de muerte se le ha probado. Le castigaré, pues, y le soltaré”.
Al oír estas palabras los
sumos sacerdotes, escribas y ancianos del pueblo, crispados, pedían mi muerte
con ahínco. Pilato recordó que cada año, por la Fiesta, tenía necesidad de
soltarles en gracia del pueblo un preso, el que ellos demandasen. Tenían entonces
un preso notable, un salteador llamado Barrabás, el cual estaba en prisión
junto con los amotinados, que en el motín habían perpetrado un homicidio. Y les
dijo Pilato:
—“Es costumbre vuestra que
yo suelte un preso por la Pascua; ¿queréis, pues, que os suelte al Rey de los
judíos?”
Pilato conocía que por
envidia me habían entregado los sumos sacerdotes, por ello se dirigió a la
turba proponiéndome a mí por Barrabás. En esto, Pilato que estaba sentado en el
tribunal, recibió un recado de su mujer que decía:
—“No te metas con ese
Justo, porque he sufrido mucho hoy en sueños con motivo de Él”.
En este inciso, los sumos
sacerdotes y los ancianos persuadieron e incitaron a las turbas para que
demandasen a Barrabás y a mí me hiciesen perecer. Volviendo a tomar la palabra
el gobernador, les dijo:
—“¿A quién de los dos
queréis que os suelte: a Barrabás, o a Jesús, el llamado Mesías?”
Levantaron el grito, toda
la muchedumbre a una, diciendo:
—“¡Quita de en medio a Este
y suéltanos a Barrabás!”
De nuevo les habló Pilato,
porque deseaba soltarme:
—“¿Qué haré, pues, de
Jesús, el llamado Mesías, que llamáis Rey de los judíos?”
Ellos, todos, de nuevo
gritaron:
—“¡Crucifícale,
crucifícale!”
Por tercera vez les dijo
Pilato:
—“Pues ¿qué mal ha hecho Este?
Ningún delito digno de muerte hallé en Él. Así que, después de haberle
castigado, le soltaré”.
Pero ellos instaban y más
gritaban:
—“¡¡Crucifícale!!”
COMENTARIO
San Juan contribuye con dos
versículos en este apartado y los Sinópticos lo han redactado, según sus
experiencias, si han sido testigos directos, o según información de terceras
personas que contemplaron, “en vivo y en
directo”, los hechos que se escriben, personas anónimas, desconocidas, por
ahora. A fin de que se comprenda lo conveniente que es leer los Evangelios
integrados en una sola lectura, pongo a la consideración de quien está leyendo
lo que cada evangelista ha creído necesario resaltar en su escritura.
Pilato se esfuerza,
denodadamente, por salvar a Jesús. Sabe que es inocente, sabe que las
autoridades judías lo han entregado por envidia, incluso su mujer le aconseja
que obre con justicia y libere a este Hombre, sin embargo, está atenazado,
aflora desde su interior la verdad de su personalidad pusilánime y cobarde.
Veamos algunos aspectos diferenciales:
1. San Lucas dice que Pilato, apoyándose en la
opinión de Herodes, pretende convencer a los que demandaban la muerte de Cristo
y propone soltarlo después de consumar una flagelación salvaje e inhumana.
2. Pilato no convence y entonces se le ocurre
ofrecer una elección inverosímil: pone en el mismo plano a un tal Barrabás y a
Jesús. Pregunta al pueblo a cuál de los dos debe liberar. Barrabás era un
amotinador, odiado por el pueblo, que incluso había cometido un homicidio,
según relatan san Marcos y san Mateo.
3. Solo san Mateo deja escrito la intervención
de la mujer de Pilato, una buena mujer que, incluso, se permite aconsejar a su
marido sobre la conveniencia de soltar a este Justo. La noche anterior, esta
mujer, sufrió como jamás había sufrido. La imagen ultrajada de este Hombre la
dejó impresionada, fue para ella una horrible pesadilla que no olvidó en su
vida. ¿Quién informó a san Mateo sobre esta mujer, sus sueños y palabras? Yo
creo que esta mujer se convirtió y quizá ella misma fuera la fuente de
información de lo acaecido dentro del palacio del procurador de Roma.
4. San Marcos y san Mateo manifiestan que fueron
los mismos sumos sacerdotes y los “respetables”
ancianos del pueblo los que persuadieron a la turba para que eligieran a
Barrabás y demandaran, al dubitativo Pilato, la crucifixión de Jesús. La
autoridad religiosa de aquel pueblo judío odiaba a Cristo, y como eran astutos
pronto se percataron de la debilidad de este gobernador romano que representaba
la autoridad y soberanía del Imperio.
5. En san Lucas no veremos que en boca de Pilato
se pronuncie el nombre de Jesús. Cuando se dirige al pueblo judío, con
referencia a Jesús le nombra como “Este”.
En san Mateo el reo tiene nombre: “Jesús”
o “Mesías” y así lo pronuncia el
gobernador. En san Marcos, Pilato hablará de Jesús como el “Rey de los judíos”.
6. Finalmente, san Lucas deja escrito que Pilato
deseaba soltar a Jesús y así mismo, solo él, nos advierte que los gritos de la
muchedumbre eran cada vez más violentos. Deja entrever que la situación se
había “salido de madre”. A Pilato, el
orden, se le iba de las manos. Ver apartado siguiente.
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