[Este episodio está relatado, prácticamente,
por solo san Juan. San Mateo, no obstante, será el que nos informe del
lavatorio de manos de Pilato. También, san Mateo dejó escrito las palabras con
las que aquel pueblo se arrogó la tremenda responsabilidad de aquel nefando
crimen. Se maldijo así mismo con estas palabras: “¡¡Sea su sangre sobre
nosotros y sobre nuestros hijos!!”. Este grito reverbera todavía en el tiempo
del hombre de hoy, se oirá hasta que el mundo esté a punto de acabar.]
TEXTO
CONCORDADO Y AUTOBIOGRÁFICO
Salió otra vez Pilato
afuera, y les dice:
—“Ved, os lo traigo afuera
para que conozcáis que no hallo en Él delito alguno”.
Me sacaron, pues, llevando
la corona de espinas y el manto de púrpura. Y les dice Pilato:
—“Ved aquí el Hombre”.
Pero cuando me vieron los
pontífices y los satélites, gritaron diciendo:
—“¡¡Crucifícale,
crucifícale!!”
Díceles Pilato:
—“Tomadlo vosotros y
crucificadle, pues yo no hallo delito en Él”.
Respondieron los
judíos:
—“Nosotros Ley tenemos, y
según la Ley debe morir, pues se hizo Hijo de Dios”.
Cuando Pilato oyó estas
palabras temió más. Y entró de nuevo en el pretorio y mandó que me hicieran
entrar. Me preguntó:
—“¿De dónde eres Tú?”
Mas yo no le di respuesta.
Díjome, pues, Pilato:
—“¿A mí no me hablas? ¿No
sabes que tengo potestad para soltarte y tengo potestad para
crucificarte?”
Le respondí:
—“No tuvieras potestad alguna contra mí si no
te hubiere sido dada de arriba. Por eso quien me entregó a ti, mayor pecado
tiene”.
Oídas estas palabras y a
consecuencia de ellas, Pilato pretendía librarme. Pero los judíos gritaban
diciendo:
—“¡Si sueltas a éste, no
eres amigo del César, pues todo el que se hace Rey se declara contra el César!”
Pilato, pues, oídas estas
razones, me sacó afuera, se sentó en el tribunal, en el lugar llamado
Litóstroto (o “Embaldosado”), y en
arameo Gabbatha (o “Altura”). Era la
Paresceve (o “Preparación”) de la
Pascua, la hora cerca de la sexta, y dice a los judíos:
—“Ved ahí vuestro
Rey”.
Gritaron, pues, ellos:
—“¡Quita, quita;
crucifícale!”
Díceles Pilato:
—“¿A vuestro Rey he de
crucificar?”
Respondieron los
pontífices:
—“No tenemos Rey, sino
César”.
Viendo Pilato que nada
aprovechaba, antes bien se promovía alboroto, tomando agua, se lavó las manos
en presencia de la muchedumbre, diciendo:
—“Soy inocente de la sangre
de este Justo; vosotros lo veréis”.
Y respondiendo todo el
pueblo dijo:
—“¡¡Sea
su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos!!”.[1]
Entonces Pilato, dando
satisfacción a la turba, dio orden de que se efectuase su demanda. Y me entregó
a la voluntad de los judíos para que fuera crucificado.
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