TEMA 163 SOLO TEXTO

TEMA 163   “ECCE HOMO” (Jn 19,4-7; Jn 19,8-16; Mt 27,24-25)
[Este episodio está relatado, prácticamente, por solo san Juan. San Mateo, no obstante, será el que nos informe del lavatorio de manos de Pilato. También, san Mateo dejó escrito las palabras con las que aquel pueblo se arrogó la tremenda responsabilidad de aquel nefando crimen. Se maldijo así mismo con estas palabras: “¡¡Sea su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos!!”. Este grito reverbera todavía en el tiempo del hombre de hoy, se oirá hasta que el mundo esté a punto de acabar.]
TEXTO CONCORDADO Y AUTOBIOGRÁFICO
Salió otra vez Pilato afuera, y les dice: 
—“Ved, os lo traigo afuera para que conozcáis que no hallo en Él delito alguno”. 
Me sacaron, pues, llevando la corona de espinas y el manto de púrpura. Y les dice Pilato: 
—“Ved aquí el Hombre”. 
Pero cuando me vieron los pontífices y los satélites, gritaron diciendo: 
—“¡¡Crucifícale, crucifícale!!” 
Díceles Pilato: 
—“Tomadlo vosotros y crucificadle, pues yo no hallo delito en Él”. 
Respondieron los judíos: 
—“Nosotros Ley tenemos, y según la Ley debe morir, pues se hizo Hijo de Dios”.
Cuando Pilato oyó estas palabras temió más. Y entró de nuevo en el pretorio y mandó que me hicieran entrar. Me preguntó: 
—“¿De dónde eres Tú?” 
Mas yo no le di respuesta. Díjome, pues, Pilato: 
—“¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo potestad para soltarte y tengo potestad para crucificarte?” 
Le respondí: 
—“No tuvieras potestad alguna contra mí si no te hubiere sido dada de arriba. Por eso quien me entregó a ti, mayor pecado tiene”. 
Oídas estas palabras y a consecuencia de ellas, Pilato pretendía librarme. Pero los judíos gritaban diciendo: 
—“¡Si sueltas a éste, no eres amigo del César, pues todo el que se hace Rey se declara contra el César!”
Pilato, pues, oídas estas razones, me sacó afuera, se sentó en el tribunal, en el lugar llamado Litóstroto (o “Embaldosado”), y en arameo Gabbatha (o “Altura”). Era la Paresceve (o “Preparación”) de la Pascua, la hora cerca de la sexta, y dice a los judíos: 
—“Ved ahí vuestro Rey”. 
Gritaron, pues, ellos: 
—“¡Quita, quita; crucifícale!” 
Díceles Pilato: 
—“¿A vuestro Rey he de crucificar?” 
Respondieron los pontífices: 
—“No tenemos Rey, sino César”. 
Viendo Pilato que nada aprovechaba, antes bien se promovía alboroto, tomando agua, se lavó las manos en presencia de la muchedumbre, diciendo:
—“Soy inocente de la sangre de este Justo; vosotros lo veréis”. 
Y respondiendo todo el pueblo dijo: 
“¡¡Sea su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos!!”.[1]
Entonces Pilato, dando satisfacción a la turba, dio orden de que se efectuase su demanda. Y me entregó a la voluntad de los judíos para que fuera crucificado.




[1] Desde este diabólico y patético grito hasta hoy ¿qué más puede padecer el pueblo judío?

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