[San Lucas es el autor de este extraordinario
pasaje. San Marcos solo aportará dos versículos que están concatenados con el
relato del evangelista médico. Seguro que sabemos de quién pudo recibir
información este profesional de la medicina y de la Palabra de Dios.]
TEXTO
CONCORDADO Y AUTOBIOGRÁFICO
Tras
esto, aquel mismo día, dos de mis discípulos iban de camino a una aldea llamada
Emaús, distante de Jerusalén ciento sesenta estadios. Iban conversando entre sí
sobre todos estos acontecimientos. Y sucedió que mientras ellos conversaban y
discutían, Yo mismo me aparecí en diferente figura y acercándome caminaba con
ellos. Pero sus ojos, inhibidos, no estaban en disposición de reconocerme. Les
dije:
—“¿Qué
pláticas son esas que cambiáis entre vosotros mientras vais caminando? Parece
que andáis tristes”.
Y tomando
la palabra uno de ellos, llamado Cleopás, me dijo:
—“¿Eres
Tú el único forastero en Jerusalén que no te enteraste de las cosas que estos
días ocurrieron en la ciudad?”
Yo les
dije:
—“¿Cuáles?”
Ellos me
dijeron:
—“Las de
Jesús de Nazaret, que fue un Profeta poderoso en obra y en palabra delante de
Dios y de todo el pueblo; y cómo le entregaron nuestros sumos sacerdotes y
magistrados para que fuese condenado a muerte, y le crucificaron. Nosotros
esperábamos que Él era el que había de liberar a Israel. Pero, con todo esto,
este es ya el tercer día desde que estas cosas ocurrieron. Verdad es que
algunas mujeres de las que están con nosotros nos sobresaltaron; las cuales
estuvieron muy de mañana en el monumento, y no habiendo hallado el cuerpo de
Jesús, volvieron diciendo que hasta visión de ángeles habían visto, los cuales
aseguran que Él vive. Y fueron algunos de los nuestros al monumento, y hallaron
las cosas como las mujeres habían dicho. Mas a Él no le vieron”.
Yo les
dije:
—“¡Oh insensatos y lerdos de corazón para
creer en todo lo que dijeron los profetas! ¿Por ventura no era necesario que
estas cosas padeciese el Mesías y así entrase en su gloria?”
Y
comenzando por Moisés y siguiendo por todos los profetas, les fui interpretando
en todas las Escrituras lo que a mí se refería. Y llegados cerca de la aldea a
donde se dirigían, hice ademán de seguir adelante. Mas ellos me hicieron
fuerza, diciéndome:
—“Quédate
con nosotros, pues atardece y el día ya reclinó”.
Y entré a
quedarme con ellos. Y acaeció que, puesto a la mesa con ellos, tomando el pan
lo bendije, y después de partirlo se lo di. A ellos se le abrieron los ojos y
me reconocieron; mas Yo me hice insensible a sus ojos. Dijéronse entonces el uno al otro:
—“¿¡Por
ventura nuestro corazón no estaba que ardía dentro de nosotros cuando Él nos
hablaba en el camino, cuando nos abría el sentido de las Escrituras!?”
Y
levantándose, a la misma hora se volvieron a Jerusalén, y hallaron reunidos a
los Once y a sus compañeros que decían:
—“¡Realmente
resucitó el Señor y se apareció a Simón!”
Y ellos a
su vez referían lo acaecido en el camino y como le reconocieron en la fracción
del pan. Y ni a ellos creyeron.
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