| Vocación de mis primeros discípulos. (Mt 4,18-22; Mc 1,16-20; Lc 5,1-11 |
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SOLO TEXTO CONCORDADO Y AUTOBIOGRÁFICO
Cierto día, caminando por la ribera del mar de Galilea vi a los hermanos Simón-Pedro y Andrés que echaban la red en el mar, pues eran pescadores. Más adelante vi a otros dos hermanos, Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que estaban en la nave con su padre recomponiendo sus redes.
Comencé a hablar a la muchedumbre estando de pie junto al lago. Como se agolparan sobre mí, vi dos barcas juntas al lago, los pescadores que habían bajado de ellas estaban lavando las redes y subí a una de ellas, que precisamente era la de Simón- Pedro y le rogué que bogase un poco apartándose de la playa y así sentado en la barca de Simón enseñaba a la muchedumbre. Y cuando cesé de hablar, le dije a Simón:
—“Boga mar adentro, y soltad vuestras redes para la pesca”.
Respondió Simón:
—“Maestro, con haber estado bregando toda la noche, nada cogimos; pero sobre tu palabra soltaré las redes”.
Y como esto hicieron, prendieron gran cantidad de peces, y se rompían sus redes. Hicieron señas a los compañeros que estaban en la otra barca, para que viniendo le ayudasen. Y vinieron y llenaron ambas barcas, tanto que se hundían. Viendo esto Simón-Pedro, postróse a mis pies diciendo:
—“¡Retírate de mí, porque soy un hombre pecador, Señor!”[1]
El espanto les invadió a todos con motivo de esta redada de peces, incluso a Santiago y a Juan, que formaban sociedad con Simón.
Yo le dije a Simón:
—“No temas; desde hoy más serán hombres los que pescarás”.
Dirigiéndome a los demás les dije:
—“Venid en pos de mí, y os haré pescadores de hombres”.
Sacaron las barcas a tierra, lo abandonaron todo y me siguieron. Santiago y Juan, a los que también llamé, dejando a su propio padre Zebedeo en la nave con los jornaleros, se vinieron tras de mí.
COMENTARIO DEL INGENIERO
El orden cronológico nos pone delante este caminar de Jesús por la ribera del mar de Galilea. Solo san Lucas nos hará mención de una pesca milagrosa que precede al mandato imperativo de Cristo que dice a sus primeros discípulos: “Venid en pos de mí, y os haré pescadores de hombres”. Concordando a los Sinópticos, puesto que san Juan no nos dice nada de esta llamada al apostolado, tendremos el texto autobiográfico que acabamos de leer. En la línea con el trabajo que pongo a su consideración, este episodio es muy interesante, y cuando se genera sabemos que: san Mateo todavía no era discípulo de Cristo. San Lucas solo escribe con la experiencia de terceros. San Pedro, que manda escribir a san Marcos su Evangelio, es el único testigo presencial. Sin embargo, en san Marcos no aparece la Pesca milagrosa ni las impresionantes palabras de san Pedro al observar la barca llena de peces capturados a hora no propicia para la pesca:
Y viendo esto Simón Pedro, postróse a los pies de Jesús, diciendo:
“Retírate de mí, porque soy hombre pecador, Señor”. (Lc 5,8).
San Mateo, pues, se informó, probablemente de cualquiera de los cuatro discípulos que intervienen en este pasaje: san Pedro, san Andrés, Santiago o san Juan.
San Pedro no hace escribir a san Marcos sobre la pesca milagrosa ni tampoco de su rendida declaración a los pies de su Señor.
Es, precisamente, san Lucas quien expone, para bien nuestro, con mayor amplitud, este importante pasaje evangélico. ¿De quién se informó? Probablemente en el tiempo que escribe, Santiago ya había muerto mártir, por tanto, solo san Pedro, san Juan y san Andrés podían ser los más directos y seguros informadores de estos hechos. Leemos que sólo dos barcas estaban de pesca a esas horas del día, la de san Pedro y san Andrés y la de Santiago y san Juan, hijos de Zebedeo. Si Jesús estaba en la barca de san Pedro, sólo este y su hermano Andrés fueron los primeros en advertir el gran milagro que se había efectuado a sus atónitos ojos. El Evangelio dirá:
E hicieron señas a los compañeros que estaban en la otra barca, para que viniendo los ayudasen. Y vinieron y llenaron ambas barcas, tanto que se hundían (Lc 5,7).
Las palabras de san Pedro: “Retírate de mí, porque soy hombre pecador, Señor”, sólo las pudo escuchar Jesús y su hermano Andrés. Si esto es así, como yo creo, solo san Andrés o el mismo san Pedro pudieron ser la única fuente de información de la que se sirvió san Lucas para redactar este pasaje de su Evangelio.
[1] Cristo se gana el alma de Pedro, justamente en el ejercicio de su profesión. Este milagro le sorprende, le desnuda el alma, se descubre indigno de la amistad de este Hombre, se arrodilla ante su impresionante figura y le rinde el corazón con unas palabras que ya me gustaría a mí asumirlas con el mismo espíritu que las pronunció Pedro.

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