TEMA 27 SOLO TEXTO

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TEMA 27
Vocación de Mateo. (Mt 9,9-17; Mc 2,13-22; Lc 5,27-39)

[Con este episodio, de la vocación de san Mateo, se llega al final del primer año.]

SOLO TEXTO CONCORDADO Y AUTOBIOGRÁFICO

Tras esto salimos otra vez a la ribera del mar; y toda la muchedumbre venía a mí y les enseñaba. Pasando vi a Leví el de Alfeo sentado en su despacho de aduanas y le dije:

—“Sígueme”.[1]

Y abandonándolo todo, levantóse y me seguía. Leví hizo un gran convite en su casa y muchos publicanos y pecadores estaban a la mesa conmigo y mis discípulos. Murmuraban los fariseos y sus escribas al verme comer con pecadores y decían a mis discípulos:

—“¿Cómo es que coméis y bebéis con los pecadores y publicanos?”

Habiéndoles oído, les dije:

—“No tienen necesidad de médico los sanos y robustos, sino los que se hallan mal. Andad y aprended qué quiere decir: “Misericordia quiero, que no sacrificio”. Que no he venido a llamar justos, sino pecadores a penitencia”.[2]

Vinieron también los discípulos de Juan que estando con los fariseos ayunando me dijeron:

—“¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos frecuentemente y, en cambio, tus discípulos no ayunan?”

Les dije:

—“¿Acaso pueden ayunar y afligirse los hijos de la sala nupcial en tanto que está con ellos el esposo? Cuanto tiempo tienen el esposo consigo, no pueden ayunar. Vendrán días cuando les sea arrebatado el esposo, y entonces ayunarán en aquel día. Nadie echa un remiendo de paño tieso sobre un vestido viejo, porque quita su entereza al vestido y se hace un desgarrón peor. Ni nadie echa sobre un vestido viejo un remiendo cortándolo de un vestido nuevo; de lo contrario, fuera de que se rasga el nuevo, tampoco con el viejo cuadra el remiendo tomado del nuevo. Y nadie echa vino nuevo en odres viejos; de lo contrario, romperá el vino nuevo los odres y se derramará y los odres se echarán a perder; si no que el vino nuevo en odres nuevos se ha de echar. Y nadie después de beber añejo le quiere nuevo; porque dice: “Bueno es el añejo”.

COMENTARIO DEL INGENIERO

Corren los últimos días del primer año de predicación pública. Jesús al pasar junto al despacho de aduanas situado en la ribera del mar de Galilea, en Cafarnaúm, fijó su mirada en los ojos de san Mateo y le dice. “Sígueme”. San Mateo dejándolo todo le siguió. Dio un gran banquete en su casa. Fue como su despedida. Era un hombre rico. Lo dejó todo por seguir a Jesús.

Este es uno de los relatos en el que muy poquito más o muy poquito menos, de una redacción básicamente semejante, dicen los tres evangelistas. Por esta razón se denominan Sinópticos. San Pedro y san Mateo lo vivieron y como lo vivieron lo contaron después de haber pasado treinta años.

San Lucas, sin embargo, recogió información de los mismos san Pedro y san Mateo o quizá de otros discípulos de Jesús que fueron testigos presenciales de los hechos que relata. No habría mucho más que decir sobre este pasaje, pero si nos fijamos bien, resulta que vemos a los fariseos y escribas murmurar contra Jesús por la condescendencia con la que mantiene el trato no solo con san Mateo, hombre odiado por ser recaudador de impuestos para el imperio romano, sino también por la afable comunicación que el Nazareno mantiene con los numerosos amigos del nuevo discípulo, que también gozaban de esta mala fama. Hombres pecadores y de mundo indiferentes al espíritu religioso de estos “hombrecillos justos” que llevaban a mal el cordial trato con el que Jesús les dispensaba. Los tres evangelistas ponen en boca de estos “santos varones” la misma pregunta:

“¿Cómo es que vuestro Maestro come con publicanos y pecadores?”

También los tres pondrán en boca de Jesús casi las mismas palabras que respondían a esta arbitraria denuncia:

“No tienen necesidad de médico los sanos sino los que están enfermos…No vine a llamar justos sino pecadores a penitencia”.

Hasta aquí, san Mateo, san Marcos y san Lucas vienen a decir lo mismo. En la exposición que hace san Mateo sobre su vocación debería haber algún matiz que me justificara que algo debió de apreciar san Mateo en este hecho, tan transcendental para su vida, que no apreciaron los demás.

Las tres redacciones de esta vocación son muy semejantes, pero al fijarme bien, comprobé que efectivamente, san Mateo expuso algo más, que no expusieron san Marcos y san Lucas, porque vivió, como es lógico, mucho más intensamente la emoción de este singular día de su vida.

Dios estaba harto de mortificaciones y falsas renuncias de los fariseos y escribas, hechas con la publicidad de quien busca la aprobación de los hombres más que la complacencia del cielo. San Mateo, pondrá en boca de Jesús una máxima divina que será la piedra angular sobre la cual se edifica toda la posible piedad del corazón del hombre que reconoce al Ser Fontal de quien recibe la vida, al Dios en el que se mueve y existe. Como un estampido sonó la siguiente frase de Jesús, que de forma vibrante solo recoge san Mateo:

“Andad y aprended que quiere decir: Misericordia quiero, que no sacrificio” (Os. 6,6)



[1] Dios llama con el imperio de su Voluntad, y a quien llama, sea quien sea, lo predispone a obedecer, con soberana libertad, en el acto. 

[2] Cristo no ha venido para los justos sino para los pecadores que quieran convertir su vida, volver a empezar. Entre nosotros…. ¿Quién es justo?  

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