TEMA 56 SOLO TEXTO

TEMA 56   Llega hasta Herodes la fama de mi Nombre. Martirio de Juan Bautista. (Mt 14,1-12; Mc 6,14-29; Lc 9,7-9)
[San Mateo, pero sobre todo san Marcos llevan el peso narrativo del martirio de san Juan Bautista. Ambos debieron recibir información de algún hombre o mujer que asistió al banquete. También pudieron ser enterados por el personal sirviente de la casa de Herodes. ¿Se acuerda de Juana, la mujer de Cusa, administrador de Herodes? Por san Mateo sabremos que después de la muerte de Juan, sus discípulos, vinieron a enterar a Jesús. San Marcos, nos pone en antecedentes del respeto y cierto aprecio de Herodes por Juan. Dramatiza con más detalle la escena. No conocemos el nombre de la bailarina, la hija de Herodías, esta jovencita que al oír la oferta del padrastro y después a su envenenada madre, pide con diabólico desparpajo, nada menos que la decapitación del Bautista. Pidió que le trajeran la cabeza de san Juan en una bandeja. Quizá no podamos imaginar la profunda náusea que le produjo una cabeza humana, decapitada y desencajada, chorreando sangre sobre el metal que la portaba. No lo olvidaría jamás. No me equivoco si aseguro que esta imagen la persigue, eternamente, como una horrible y desesperante pesadilla. Leamos el Evangelio]:
TEXTO CONCORDADO Y AUTOBIOGRÁFICO
Llegó a los oídos de Herodes el tetrarca lo que se decía de mí porque mi Nombre se hizo muy notorio y dijo a sus criados:
—“Este es Juan el Bautista el que yo decapité; ha resucitado de entre los muertos, y por eso las potencias actúan en él”.
Andaba Herodes desorientado, ya que algunos le decían que Juan había resucitado de entre los muertos; otros que Elías había aparecido; otros que había resucitado algún profeta de los antiguos. Pero Herodes decía:
—“A Juan yo lo decapité; ¿Quién es Este, de quien oigo decir tales cosas?”
Y buscaba manera de verme. En efecto, el mismo Herodes había enviado a prender a Juan y le había puesto en cadenas en la prisión con motivo de Herodías, la mujer de Filipo, su hermano, pues se había casado con ella. Porque Juan decía a Herodes:
—“No te es permitido tener la mujer de tu hermano”.
Herodías se la guardaba y quería matarle, y no podía; porque Herodes, aunque quería matarle, tuvo miedo del pueblo, pues le tenía como profeta.
Herodes miraba con respeto a Juan, sabiendo que era hombre justo y santo, y le protegía, y con lo que oía andaba muy perplejo, y le escuchaba con gusto. Llegó un día oportuno, cuando Herodes con ocasión de su cumpleaños dio un banquete a sus magnates, a los tribunos y a los primates de Galilea.
Entró la hija de la misma Herodías y danzó y agradó a Herodes y a los comensales.
Y el rey dijo a la muchacha:
—“Te lo juro, pídeme lo que quieras y te lo daré. Cualquier cosa que me pidieres te la daré, hasta la mitad de mi reino”.
La muchacha salió y dijo a su madre:
—“¿Qué debo pedir?”
Ella dijo:
—“La cabeza de Juan el Bautista”.
Entrando apresuradamente hizo su petición al rey, diciendo:
—“Quiero que ahora mismo me des sobre una bandeja la cabeza de Juan el Bautista”.
Herodes quedó muy entristecido, pero en atención al juramento y a los comensales, no quiso desairarla. Y al punto despachó a un satélite y mandó traer la cabeza de Juan. Decapitó a Juan en la cárcel y trajo su cabeza sobre una bandeja y la dio a la muchacha y ésta se la dio a su madre. Enterados los discípulos de Juan, vinieron y se llevaron el cadáver de su maestro y le dieron sepultura. Después vinieron a mí y me lo notificaron.

COMENTARIO
El Evangelio, con frecuencia, me presenta diferentes mujeres, que intervienen en este Sagrado Drama, mostrando una personalidad inequívoca, que revela la catadura moral que les asiste. Ahora, que ya hemos sido testigos del nefando corazón de una madre y una hija, acompáñeme, si quiere, en el siguiente comentario, que titulo:

+MUJER HEROICA, MUJER PERVERSA+

En una mujer se puede dar el acto heroico más grande que pueda concebirse. Su valor supera la actitud del varón ante acontecimientos que pongan en riesgo la vida. La mujer durante el embarazo y sobre todo en el parto, pone todos sus órganos vitales al límite de sus posibilidades funcionales, un fallo en cualquiera de ellos supone la muerte fulminante, se juega la vida o por lo menos la salud, su integridad física y algunas veces psíquica. ¿Qué hombre estaría dispuesto a pasar por este trance?
La Historia Sagrada nos muestra mujeres que con su valor salvaron pueblos enteros. A la hora de la verdad, el Evangelio nos presenta a tres mujeres con el mismo nombre, María, la de Nazaret, la de Magdala, la de Cleofás, al pie de un madero en forma de Cruz donde se ha ajusticiado a un Hombre con el que le dan patética muerte. Con ellas se encuentra un joven varón, san Juan. ¿Dónde están los hombres maduros en quienes, supuestamente, se puede dar la heroicidad del valiente?
Un ser con semejante inteligencia a la del sujeto humano, que observara desde otro mundo el comportamiento de la mujer y del hombre, quedaría admirado ante el amor inconmensurable que una madre es capaz de ejercer sobre la hija o el hijo de sus entrañas, al nuevo ser a quien transmite su propia vida poniendo en juego todas sus facultades, poniendo en juego la vida misma con la que ella existe. Pero también, este hipotético visitante de otro mundo quedará estupefacto de la suprema maldad que puede generarse en un corazón femenino.
Con perplejidad indefinida constataría que, precisamente, en la mujer se da el más alto grado de perversidad que pueda darse en la raza humana. La voluntad de una mujer al servicio de Satanás lleva a cabo actos de tal magnitud diabólica que se escapan a la interpretación de la inteligencia de varón. La mujer está sometida a la tentación del demonio desde el principio de su existir en este mundo y a través de ella y por ella el hombre también se ha visto en trance de cometer insospechadas barbaridades de las que nadie está exento de consumar. Al hombre, Satanás le puede tentar de manera directa, pero en algunos casos, se vale de la mujer, que ya tiene poseída, para conseguir, si puede, la perdición de un hijo de Dios.
Herodías es el prototipo de mujer en la que se manifiesta meridianamente la decrepitud de un corazón femenino emponzoñado, de un espíritu maléfico al servicio eficaz del Padre de la mentira, al servicio del mismo Lucifer que la domina y la inspira en la ejecución de sus perversos actos. Con endemoniada premeditación y alevosía va rumiando la oportunidad de acabar con la vida del “profeta más grande nacido de mujer”.
El día ha llegado, es el cumpleaños de Herodes. El hombre, con el que convive en adulterio, denunciado públicamente por su despreciado delator, Juan Bautista, va a dar una fiesta. Conociendo el depravado corazón de Herodes, adorna a su hija para presentarla con estudiada sensualidad a los ojos podridos del rey y sus invitados. La maquinación satánica de esta madre sin escrúpulos da el resultado esperado y por fin se consuma su venganza ilimitada, el más grande nacido de mujer es decapitado por la maldita voluntad de otra mujer.

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