[San Mateo, pero sobre todo san Marcos llevan
el peso narrativo del martirio de san Juan Bautista. Ambos debieron recibir
información de algún hombre o mujer que asistió al banquete. También pudieron
ser enterados por el personal sirviente de la casa de Herodes. ¿Se acuerda de
Juana, la mujer de Cusa, administrador de Herodes? Por san Mateo sabremos que
después de la muerte de Juan, sus discípulos, vinieron a enterar a Jesús. San
Marcos, nos pone en antecedentes del respeto y cierto aprecio de Herodes por
Juan. Dramatiza con más detalle la escena. No conocemos el nombre de la
bailarina, la hija de Herodías, esta jovencita que al oír la oferta del
padrastro y después a su envenenada madre, pide con diabólico desparpajo, nada
menos que la decapitación del Bautista. Pidió que le trajeran la cabeza de san
Juan en una bandeja. Quizá no podamos imaginar la profunda náusea que le
produjo una cabeza humana, decapitada y desencajada, chorreando sangre sobre el
metal que la portaba. No lo olvidaría jamás. No me equivoco si aseguro que esta
imagen la persigue, eternamente, como una horrible y desesperante pesadilla.
Leamos el Evangelio]:
TEXTO
CONCORDADO Y AUTOBIOGRÁFICO
Llegó a los oídos de Herodes el tetrarca lo
que se decía de mí porque mi Nombre se hizo muy notorio y dijo a sus criados:
—“Este es Juan el Bautista el que yo
decapité; ha resucitado de entre los muertos, y por eso las potencias actúan en
él”.
Andaba Herodes desorientado, ya que algunos
le decían que Juan había resucitado de entre los muertos; otros que Elías había
aparecido; otros que había resucitado algún profeta de los antiguos. Pero
Herodes decía:
—“A Juan yo lo decapité; ¿Quién es Este, de
quien oigo decir tales cosas?”
Y buscaba manera de verme. En efecto, el
mismo Herodes había enviado a prender a Juan y le había puesto en cadenas en la
prisión con motivo de Herodías, la mujer de Filipo, su hermano, pues se había
casado con ella. Porque Juan decía a Herodes:
—“No te es permitido tener la mujer de tu
hermano”.
Herodías se la guardaba y quería matarle, y
no podía; porque Herodes, aunque quería matarle, tuvo miedo del pueblo, pues le
tenía como profeta.
Herodes miraba con respeto a Juan, sabiendo
que era hombre justo y santo, y le protegía, y con lo que oía andaba muy
perplejo, y le escuchaba con gusto. Llegó un día oportuno, cuando Herodes con
ocasión de su cumpleaños dio un banquete a sus magnates, a los tribunos y a los
primates de Galilea.
Entró la hija de la misma Herodías y danzó y
agradó a Herodes y a los comensales.
Y el rey dijo a la muchacha:
—“Te lo juro, pídeme lo que quieras y te lo
daré. Cualquier cosa que me pidieres te la daré, hasta la mitad de mi reino”.
La muchacha salió y dijo a su madre:
—“¿Qué debo pedir?”
Ella dijo:
—“La cabeza de Juan el Bautista”.
Entrando apresuradamente hizo su petición al
rey, diciendo:
—“Quiero que ahora mismo me des sobre una
bandeja la cabeza de Juan el Bautista”.
Herodes quedó muy entristecido, pero en
atención al juramento y a los comensales, no quiso desairarla. Y al punto
despachó a un satélite y mandó traer la cabeza de Juan. Decapitó a Juan en la
cárcel y trajo su cabeza sobre una bandeja y la dio a la muchacha y ésta se la
dio a su madre. Enterados los
discípulos de Juan, vinieron y se llevaron el cadáver de su maestro y le dieron
sepultura. Después vinieron a mí y me lo notificaron.
COMENTARIO
COMENTARIO
El Evangelio, con frecuencia, me presenta
diferentes mujeres, que intervienen en este Sagrado Drama, mostrando una
personalidad inequívoca, que revela la catadura moral que les asiste. Ahora,
que ya hemos sido testigos del nefando corazón de una madre y una hija,
acompáñeme, si quiere, en el siguiente comentario, que titulo:
+MUJER HEROICA, MUJER PERVERSA+
En una mujer se puede dar el acto heroico más
grande que pueda concebirse. Su valor supera la actitud del varón ante
acontecimientos que pongan en riesgo la vida. La mujer durante el embarazo y
sobre todo en el parto, pone todos sus órganos vitales al límite de sus posibilidades
funcionales, un fallo en cualquiera de ellos supone la muerte fulminante, se
juega la vida o por lo menos la salud, su integridad física y algunas veces
psíquica. ¿Qué hombre estaría dispuesto a pasar por este trance?
La Historia Sagrada nos muestra mujeres que
con su valor salvaron pueblos enteros. A la hora de la verdad, el Evangelio nos
presenta a tres mujeres con el mismo nombre, María, la de Nazaret, la de
Magdala, la de Cleofás, al pie de un madero en forma de Cruz donde se ha
ajusticiado a un Hombre con el que le dan patética muerte. Con ellas se
encuentra un joven varón, san Juan. ¿Dónde están los hombres maduros en
quienes, supuestamente, se puede dar la heroicidad del valiente?
Un ser con semejante inteligencia a la del
sujeto humano, que observara desde otro mundo el comportamiento de la mujer y
del hombre, quedaría admirado ante el amor inconmensurable que una madre es
capaz de ejercer sobre la hija o el hijo de sus entrañas, al nuevo ser a quien
transmite su propia vida poniendo en juego todas sus facultades, poniendo en
juego la vida misma con la que ella existe. Pero también, este hipotético
visitante de otro mundo quedará estupefacto de la suprema maldad que puede
generarse en un corazón femenino.
Con perplejidad indefinida constataría que,
precisamente, en la mujer se da el más alto grado de perversidad que pueda
darse en la raza humana. La voluntad de una mujer al servicio de Satanás lleva
a cabo actos de tal magnitud diabólica que se escapan a la interpretación de la
inteligencia de varón. La mujer está sometida a la tentación del demonio desde
el principio de su existir en este mundo y a través de ella y por ella el
hombre también se ha visto en trance de cometer insospechadas barbaridades de
las que nadie está exento de consumar. Al hombre, Satanás le puede tentar de
manera directa, pero en algunos casos, se vale de la mujer, que ya tiene poseída,
para conseguir, si puede, la perdición de un hijo de Dios.
Herodías es el prototipo de mujer en la que
se manifiesta meridianamente la decrepitud de un corazón femenino emponzoñado,
de un espíritu maléfico al servicio eficaz del Padre de la mentira, al servicio
del mismo Lucifer que la domina y la inspira en la ejecución de sus perversos
actos. Con endemoniada premeditación y alevosía va rumiando la oportunidad de
acabar con la vida del “profeta más grande nacido de mujer”.
El día ha llegado, es el cumpleaños de
Herodes. El hombre, con el que convive en adulterio, denunciado públicamente
por su despreciado delator, Juan Bautista, va a dar una fiesta. Conociendo el
depravado corazón de Herodes, adorna a su hija para presentarla con estudiada
sensualidad a los ojos podridos del rey y sus invitados. La maquinación
satánica de esta madre sin escrúpulos da el resultado esperado y por fin se
consuma su venganza ilimitada, el más grande nacido de mujer es decapitado por
la maldita voluntad de otra mujer.
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