TEXTO
CONCORDADO Y AUTOBIOGRÁFICO
Mis discípulos, ya en el mar, dirigieron su
barca hacia Cafarnaúm cuando comenzó a soplar un gran viento y la mar se iba
encrespando. La barca estaba ya en medio del mar, azotado por las olas, porque
el viento era contrario. Hacia la cuarta vigilia de la noche, cuando hubieron
avanzado como unos veinticinco o treinta estadios los vi jadeando en bogar y
vine hacia ellos caminando sobre el mar,[1] y como me vieran que me acercaba a la
barca, se azoraron, y decían:
—“¡Es un fantasma!”
Perdieron la serenidad y comenzaron a gritar
de miedo. Mas Yo les hablé enseguida:
—“¡Tened buen ánimo; soy Yo;
no tengáis miedo!”[2]
Respondiendo Pedro, dijo:
—“¡Señor, si eres Tú, mándame ir a Ti sobre
las aguas!”
Le dije:
—“Ven”.
Bajó Pedro de la barca y comenzó a caminar
sobre las aguas para venir hacia mí. Ya cerca, sintiendo el viento recio, le
entró miedo y comenzó a zambullirse gritando:
—“¡Señor, sálvame!”[3]
Y al punto extendí la mano y asiendo de él le
dije:
—“Hombre de poca fe, ¿por
qué titubeaste?”
Subimos a la barca y amainó el viento. Y los
que estaban en la barca se postraron[4] delante de mí diciendo:
—“¡Verdaderamente, eres el Hijo de Dios!”
Quedaron desmesuradamente atónitos, mirándose
unos a otros y con el corazón entupido pues no se habían dado cuenta cabal de
lo acaecido con los panes. En breve se halló la barca junto a la tierra que íbamos,
y apenas salidos de ella algunos me reconocieron y dando aviso y recorriendo
aquella comarca comenzaron a trasladar en camillas a todos los que se hallaban
mal allí donde Yo estaba. Y donde quiera que entraba, en las aldeas o en las
ciudades, o en los cortijos, ponían los enfermos en las plazas y me rogaban les
dejase siquiera tocar la franja de mi manto; y cuantos me tocaron cobraron
salud.
COMENTARIO
Me sorprendo con lo que acabo de leer. Mientras
escribo este razonamiento de lo que me ha dicho lo leído, puedo,
simultáneamente, ver la Hoja de cálculo Excel que activa el Programa
Concordante y observar que no es san Marcos, es decir, san Pedro, quien me pone
en antecedentes de lo que a él mismo le ocurrió esa noche en la que todos creen
ver un fantasma cuando divisan a Jesús andar sobre las aguas. ¿Por qué san
Pedro no puso a san Marcos en conocimiento de que él también caminó sobre el
mar embravecido, que sintió miedo y estuvo a punto de ahogarse? ¿Por qué no
mandó escribir que su Maestro lo cogió de la mano cuando ya se hundía?
No cabe duda de que la lógica de Dios no es
la lógica del ingeniero que suscribe. No comprendo el silencio de san Pedro y
doy gracias a san Mateo, porque él solo, me ha dado a conocer este misterioso
lance de san Pedro y Jesús caminando sobre las olas del mar. A pesar de todo,
hay detalles de los cuales solo le pudo informar el propio san Pedro. San
Mateo, finalmente, me ha dado a conocer la manifestación de adoración con el
que estos hombres, con el corazón en la garganta y la mente aturdida, creen que
su Maestro es el Hijo de Dios. Temblando, se postran a sus pies y gritan:
“¡Verdaderamente, eres el Hijo de Dios!”
[1]
Estoy
perplejo, tanto como el corazón azorado de estos hombres que han visto a un
Hombre que multiplica en sus manos el pan y el pescado para una multitud y
ahora lo ven, atónitos, caminar sobre el mar. ¿Quién es Jesús?
[2]
Dos cosas me
pide Cristo: “buen ánimo”, “no tengas
miedo”. Caminar sin temor, pase lo que pase.
[3]
La reflexión
de estos hechos hace que también a mí me lleven a decir: ¡Señor, sálvame!
[4]
Con solo
emplear la razón llego a la misma conclusión: “¡Verdaderamente, eres el Hijo de Dios!”
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