[El Evangelio de san Marcos es, con mucho, el
más corto. Mientras san Mateo y san Lucas emplean entre 21.000 y 23.000
palabras para confeccionar su texto, él solo emplea poco más de 13.000
palabras. Sin embargo, la redacción de este episodio la resuelve san Marcos con
el doble de palabras que emplearon san Mateo y san Lucas. San Pedro es la
fuente directa de san Marcos. San Pedro, bajó impresionado del Tabor y sin
recuperarse, todavía, fue testigo de un milagro en cuya ejecución no perdió
detalle, sobre todo, de los gestos y palabras del padre del niño. Leemos]:
TEXTO
CONCORDADO Y AUTOBIOGRÁFICO
Ya al día siguiente, llegándonos al resto de
los discípulos, vi gran gentío en torno de ellos, y a unos escribas que
discutían con ellos. Y al punto todo aquel gentío, al verme, quedaron
estupefactos, y viniendo hacia mí me saludaron. Les pregunté:
—“¿Qué es lo que discutís
con ellos?”
Uno de entre la gente me dijo:
—“Maestro, traje a Ti mi hijo, que tiene un
espíritu malo y dondequiera que se apodera de él, le echa por tierra, y
enseguida grita y le retuerce entre espumarajos y da diente con diente, y se
pone rígido; y el demonio a duras penas se va de él, dejándole magullado. Y yo
lo presenté a tus discípulos, rogándoles que lo echasen y no pudieron”.
Se echó a mis pies y gritando decía:
—“¡Señor compadécete de mi hijo, porque está
lunático y padece de mala manera! ¡Maestro, te ruego que mires a este hijo mío,
porque es el único que tengo!”
Le respondí diciendo:
—“¡Oh generación incrédula
y perversa! ¿Hasta cuándo estaré con vosotros? ¿Hasta cuándo os soportaré?
Traédmelo acá”.
Me lo trajeron y cuando le vi, al punto el espíritu
le sacudió violentamente, y cayendo en tierra se revolcaba espumajeando. Y
pregunté a su padre:
—“¿Cuánto tiempo hace que
comenzó a estar así?”
Me contestó el padre:
—“Desde la infancia; y muchas veces le echó
ya en el fuego, ya en el agua, para hacerle perecer. Pero si algo puedes,
socórrenos, compadecido de nosotros”.
Le contesté:
—“¿Qué si puedes? Todo es
posible al que cree”.
Volvió a gritar diciendo:
Viendo que crecía el concurso de la gente,
hablé con imperio al espíritu inmundo:
—“¡Espíritu mudo y sordo,
Yo te lo mando: sal de él y no entres ya más en él!”
Y dando gritos y sacudiéndole con extrema
violencia, salió, y quedó el niño como muerto, de suerte que los más decían:
—“¡Ha muerto!”
Mas, acercándome a él lo tomé de la mano, lo
levanté y él se puso de pie y lo entregué a su padre. El muchacho quedó curado
desde aquel instante. Y todos quedaron atónitos ante la grandeza de Dios. Ya en
casa me preguntaron mis discípulos:
—“¿Por qué nosotros no pudimos lanzarle?”
Les dije:
—“Por vuestra poca fe.
Porque en verdad os digo que, si tuviereis fe como un granito de mostaza,
diréis a este monte: “Trasládate de aquí allá”, y se trasladará y
nada os será imposible. Este linaje de demonios con nada puede salir, si no es
con oración y ayuno”.[2]
COMENTARIO
De primeras, solo san Marcos nos dice que
cuando Jesús bajaba del monte vio a los otros discípulos, que no le
acompañaron, discutir con los escribas. Se había armado un gran lío por esta
discusión, por el padre del niño lamentándose del fracaso de los discípulos y
por el propio niño más o menos chillando. Jesús pregunta: “¿Qué es lo que discutís con
ellos?” Entonces, sin
tiempo para contestarle, entra en escena un padre desesperado que manifiesta
que sus discípulos le han defraudado.
“Si algo puedes…”. Jesús,
quizá, al oír estas palabras frunció el ceño. El padre se da cuenta y se
lamenta con un dramatismo que no se ve de nuevo en el Evangelio. Dice, solo,
san Marcos:
Mas Jesús le dijo:
“¿Que si puedes? Todo es posible al que cree”.
El padre, parece entender que estas palabras
del Taumaturgo son de reproche y, por tanto, con una angustia desmedida,
entiende que se le escapa esta gran oportunidad. ¿Y qué es lo que hace?...
pues, se pone a gritar:
Al
punto, el padre del niño a gritos decía: “¡¡Creo; socorre a mi fe, aunque sea poca!!”.
El concurso de gente
aumenta por momentos, Jesús entonces se apresura y actúa:
Mas viendo Jesús que crecía el concurso de la
gente, habló con imperio al espíritu inmundo, diciendo:
“Espíritu mudo y sordo, yo te lo mando: sal de él, y
no entres ya más en él”.
Y dando gritos y sacudiéndole con extremada
violencia, salió, y quedó el niño como muerto, de suerte que los más decían:
“Ha muerto”.
Mas Jesús, tomándole de la mano, lo levantó,
y él se puso en pie.
El demonio ha salido del niño. Está claro que
era un espíritu inmundo y no un ataque de epilepsia como algunos piensan.
Cristo no hubiera empleado las palabras que acabamos de leer de no ser un
verdadero espíritu satánico que se había apoderado del niño.
¿Verdad que nos sorprende el dramatismo de
estos hechos? Pues, de no ser por san Marcos, no lo hubiéramos conocido.
¿Verdad que se entiende mejor el Evangelio Concordado, leído en una sola
lectura, como una Autobiografía, que leer por separado cuatro Evangelios
diferentes?
[1]
Patético
grito de un padre que pide ayuda para saber cómo pedirla. Somete sus facultades
a la voluntad para superar la falta de fe necesaria para demandar de Cristo el
milagro. Aunque su razón le hace dudar, este padre implora, descarnadamente,
compasión para su hijo y para él.
[2]
El demonio
existe, aunque yo no lo crea. No veré al demonio, pero si puedo apreciar los
efectos que produce sobre un endemoniado. Despreciar la reflexión sobre la
realidad del demonio no me garantiza su inexistencia. Cuanto menos crea en él
más cerca lo tengo.
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