TEMA 79 SOLO TEXTO

TEMA 79   La oveja descarriada. La corrección fraterna. La oración eficaz. El siervo cruel. (Mt 18,12-35)
[Gracias a san Mateo, ahora, podemos estar leyendo estas consoladoras palabras de Cristo. Ningún otro Evangelio hace referencia a esta prolongación del Sermón de la Montaña que anteriormente hemos contemplado. Leemos]:
TEXTO CONCORDADO Y AUTOBIOGRÁFICO
 —“¿Qué os parece? Si un hombre tiene cien ovejas y se le descarría una de ellas, ¿por ventura no dejará las noventa y nueve en los montes y se irá a buscar la descarriada? Si le aconteciere hallarla, en verdad os digo que goza por ella más que por las noventa y nueve no descarriadas. Así no es voluntad en el acatamiento de vuestro Padre, que está en los cielos, de que perezca uno de esos pequeñuelos.
Si pecare contra ti tu hermano, ve y corrígele entre ti y él sólo. Si te escuchare, ganaste a tu hermano; mas si no te escuchare, toma todavía contigo a uno o dos, para que “sobre el dicho de dos o tres testigos se falle todo pleito”; y si no les diere oídos, dilo a la Iglesia; y si tampoco a la Iglesia diere oídos, míralo como gentil y publicano.
En verdad os digo, cuanto atareis en la tierra será atado en el cielo, y cuanto desatareis sobre la tierra será desatado en el cielo.
En verdad también os digo que, si dos de entre vosotros se concertaren sobre la tierra acerca de cualquier cosa que pidan, les será otorgado por mi Padre, que está en los cielos. Pues dondequiera que estén dos o tres reunidos en mi Nombre, allí estoy Yo en medio de ellos”.
Entonces, dijo Pedro:
—“Señor, ¿cuántas veces pecará mi hermano contra mí y le perdonaré? ¿Hasta siete veces?”
Contesté:
—“No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete. Por eso se asemejó el Reino de los cielos a un rey que quiso ajustar cuentas con sus siervos. Y como comenzó a tomarlas, le fue presentado un deudor de diez mil talentos. No teniendo él con qué pagar, mandó su señor se le vendiese a él, a su mujer, a sus hijos y a todo cuanto tenía, y con eso se le pagase. Postrándose, pues, el siervo aquel, le suplicaba rendidamente, diciendo:
“Ten paciencia conmigo, y todo te lo pagaré”.
Compadecido el señor de aquel siervo, le dejó ir libre y le perdonó la cantidad prestada. Pero así que salió aquel siervo se encontró con uno de sus consiervos, que le debía cien denarios; y asiendo de él le ahogaba, diciendo:
“Paga todo lo que debes”.
Postrándose, pues, su consiervo, le suplicaba diciendo:
“Ten paciencia conmigo y te pagaré”.
Mas él no quería, sino que fue y le echó en la cárcel, hasta que pagase lo que debía. Viendo, pues, sus consiervos lo que pasaba, se disgustaron sobremanera y se fueron a enterar a su señor de todo lo ocurrido. Entonces, llamándole su señor, le dice:
“Siervo ruin, toda aquella deuda te perdoné porque me lo suplicaste. ¿No era justo que también tú te compadecieses de tu consiervo, lo mismo que yo me compadecí de ti?”
 Y encolerizado su señor, lo entregó a los verdugos hasta que le pagase todo lo que le debía. Así también mi Padre celestial hará con vosotros si no perdonareis cada uno a vuestro hermano con todo vuestro corazón”.
COMENTARIO
La ventaja de leer concordadamente el Evangelio es, que además de complementar los textos, de los cuatro escritores sagrados, los interrelaciona cronológicamente. Se consigue, pues, una secuencia lógica en una única lectura. En definitiva, una sucesión de etapas evangélicas que se redactan, también, con la batuta del Espíritu Santo. Pero si, además, una vez concordados los textos, en un metódico orden, convertimos el resultado en un escrito autobiográfico, entonces, quien lee está, a su vez, siendo interpelado por el mismo Cristo, el Hijo de Dios que redacta su propia Vida usando el instrumento más inútil que jamás se haya dado en este menester. Este instrumento es el ingeniero que suscribe, al cual puede identificar como el pollino donde va montado el Señor cuando entra en Jerusalén.
El cristiano no guarda rencor a nadie, pase lo que pase. De no ser así, no es cristiano. No existe un límite en el perdón. Un ser humano, mientras viva en este mundo, tiene derecho al perdón, si lo pide, por perversas que hayan sido sus obras. Téngase por seguro que un hombre es hijo de Dios de siempre y para siempre y su Padre demandará perdón para su hijo, si pide clemencia. Si el hombre no perdona al hombre que suplica perdón, el Padre de ambos saldrá al encuentro de los dos. Al que no perdonó no le perdonará y al que pidió perdón y no fue perdonado lo recibirá en sus eternas entrañas a poco que sienta y pronuncie un: “Padre mío perdóname”.

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