[Caminamos sin dejar el texto de san Lucas que
es el que mayor nº de palabras emplea para la redacción de su Evangelio. Leemos]:
TEXTO
CONCORDADO Y AUTOBIOGRÁFICO
Les decía:
—“¿A qué es semejante el
Reino de Dios? ¿Y a qué lo compararé? Es semejante a un granito de mostaza, que
tomándolo un hombre lo echó en su huerta, y creció y se hizo árbol grande, y
las aves del cielo se cobijaron en sus ramas. ¿Con qué compararé el Reino de
Dios? Es semejante a la levadura que una mujer tomó y metió en tres medidas de
harina, conque toda la masa fermentó”.
Y caminando hacia Jerusalén pasamos por todas
las ciudades y aldeas enseñando. Me dijo uno:
—“Señor, ¿son pocos los que se salvan?”
Le contesté:
—“Procurad con empeño
entrar por la puerta estrecha, porque muchos, os lo aseguro, tratarán de
entrar, y no lo lograrán. Una vez que el amo de casa se levante y cierre la
puerta, si os quedáis afuera, por más que os pongáis a golpear la puerta,
diciendo: “¡Señor, ábrenos!”, él os responderá diciendo:
“No sé de dónde sois
vosotros”.
Entonces comenzaréis a
decir:
“Comimos y bebimos en tu
presencia, y enseñaste en nuestras plazas”.
Y os dirá:
“No sé de dónde sois;
apartaos de mí todos los que obráis la iniquidad”.
Allí será el llanto y
rechinar de dientes, cuando viereis a Abrahán, Isaac y Jacob y a todos los
profetas en el Reino de Dios, y a vosotros echados afuera. Y vendrán del
oriente y del poniente, del septentrión y del mediodía, y serán admitidos al
banquete en el Reino de Dios. Y mirad que hay últimos que serán primeros, y hay
primeros que serán últimos”.
En aquel mismo punto se me acercaron algunos
fariseos diciéndome:
—“Retírate y marcha de aquí, porque Herodes
te quiere matar”.
Les dije:
—“Id y decid a ese zorro:
“Mira, lanzo demonios y
llevo a cabo curaciones hoy y mañana y al tercer día se acaba conmigo. Es
menester, con todo, que hoy y mañana y el día siguiente siga Yo mi camino,
porque no cabe que un profeta perezca fuera de Jerusalén”.
¡Jerusalén, Jerusalén, la
que mata profetas y apedrea a los que les han sido enviados! ¡Cuántas veces
quise reunir a tus hijos como la clueca a su pollada debajo de las alas, y no
quisiste! He aquí que vuestra casa se os deja. Y os certifico que no me veréis
ya hasta que venga el día en que digáis: “Bendito el que viene en el Nombre
del Señor”.
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